Una gran sierpe de sogas
se anillan sobre su cuerpo,
al suplicio de la Cruz
se condenó al Nazareno,
y aquella divina luz
está de dolor muriendo.
¡Cristo de la Expiración!
¡Cristo de los Trïaneros!
tu escultura representa
los más dolorosos duelos
y la agonía más larga
de los últimos momentos.
Sevilla llora tu pena
cuando florea el almendro
y el brote de los geranios
celebran su nacimiento,
con besos de enredaderas
que acarician limoneros.
Cuando la tarde sucumbe
sufres tu postrer momento,
sudores fríos te anuncian
que estás de la vida lejos
y cerca sombras de muerte
tocan fin a tus tormentos.
Tocado de negra angustia
clavado estás al madero,
con tus carnes desgarradas
desplomado y macilento,
impotente e implorando
en tus últimos momentos.
¡Tiembla el Puente de Triana!
el río guarda silencio,
ni un murmullo sus corrientes;
¡tragedia presagia el viento!
y el aura de primavera
mecen blancores de incienso.
¡Hombres firme! ¡duros hombres!
cofrades que en el secreto
van cargados de paciencia
con la procesión por dentro.
Como Cristo perdonando
y como Él padeciendo.
Un hervidero de fieles
lloran lágrimas de versos,
Guadalquivir tembloroso
cubre sus aguas de negro,
mientras la Torre del Oro
gime suspiros de muerto.
Un año más cruza el puente,
vuelve el Cachorro a su templo,
lágrimas de primavera
exhalan los pensamientos
por ese Cristo yacente
por lo martirios ya yerto.
Vela callada la luna,
su llanto está sin consuelo,
que en una Cruz de Pasión
se estremeció el Nazareno,
con un perdón en los labios
y con los ojos al cielo.
No ha nacido quien describa
tanto amor y sentimiento,
Trïana es toda oración
hecha saeta de ensueños,
de un amanecer de sangre
y una tarde de lamentos.
"¡Dame fuerzas Padre mío!"
Cristo expira en el madero,
a la vez que de amargura
sollozan los Trïaneros.
