Corazones muertos.
Una palabra dijo, mira en los destinos
y expresa ciertamente, mortal de la Tierra,
si todas las heridas del espíritu y del organismo
no son excesivo pago por prorrumpir.
El orbe morirá, dicen, presa de la vehemencia;
otros aseveran que se subyugará al helero.
Creo saber por lo que siento dentro de mí,
que será el fuego abrasador del deseo;
quien lo finiquite todo.
Mas si la creación se tuviera que tambalear dos veces,
sé por mi impronta, que será el odio
lo certifico con mí sangre, el odio lo pudre todo
es malévolo como el óxido,
y él y el tiempo bastarán para acabar
con todo.
El odio vendrá balanceándose, casi inmóvil,
oyéndose un inopinado golpe,
como si obedientemente tocaran a muerte,
y eso será todo, y nada más.