Hombres que violan mujeres. Y poema, El triste destino de las almas atormentadas.
Hoy leyendo un diario electrónico de más allá del charco, cosa que tengo costumbre, mientras desayuno con mi hijo, me encontré con una historia desgarradora, una historia que no por repetitiva, no deja de ser miserable y aunque conocida por mí desde hace mucho tiempo, hoy ha dejado un especial poso amargo y captado mi viva atención.
Letra Roja | Ciudad de México.- Anetth -de 13 años- vivía con su madre, su hermano y Salvador, la pareja de su mamá. Apenas hace unos días, un amigo de Salvador la violó.
Tal vez porque mi autismo, mi Asperger, me haga ver diferente la realidad, o porque mi córtex que une mis dos hemisferios cerebrales tenga las dimensiones de una mujer, me haga ver la realidad de la vida con más proximidad a la mujer que al hombre.
Desde pequeño siempre estuve rodeado de mujeres, me criaron, me enseñaron, me enseñaron a sentir lo que sienten las mujeres, y aprendí de ellas lo mal nacidos que somos todos los hombres, entendí desde muy pequeño que simplemente por el mero hecho de ser mujer, tenían que sufrir una serie de vejaciones que los hombres no sufríamos, y muchos se jactaban atribuyendo una falsa virilidad sobre el poder que tenían sobre ellas.
Tal vez sea ese el motivo por el cual no encajo en ningún sitio, tengo cuerpo de hombre, siento como un hombre, pero creo que pienso como mujer, y es por ello que siempre he tenido tal mal concepto de los de mi misma condición masculina. Nunca he soportado que maltraten a una mujer, sea el maltrato que sea, no soporto que hagan daño a una mujer, que la traicionen, que la humillen, que no sean respetuosos con ella, supongo porqué siento como ellas y el daño que a ellas le hacen lo tomo como mío.
Mi vida personal, poco tiene que ver aquí, no hablo en singular, hablo en plural y la intención es dar voz, clamar, decir en voz alta y que se me escuche, que lo más hermoso que tiene este planeta, es el género femenino, nunca me cansaré de decirlo, porque es una convicción que llevo tan arraigada dentro que forma parte de mi ser, todas aquellas caricias cuando era pequeño de mi madre, de mis tías, de mis primas, tuvieron que hacer tanta mella en mí, que me hacen sentir siempre que estoy en deuda con ellas, porque ellas forjaron mi sensibilidad y mi capacidad de amar.
Yo quiero amar a mi enemigo, más que cualquier cosa en el mundo, porque todas esas mujeres me enseñaron que reaccionar como lo hace un hombre, soló conlleva más violencia, a un enemigo se derrota amándole, queriéndole, aunque el que me lea pueda pensar que es un contrasentido, pero si interiorizan en el fondo de sus almas, verán que lo que digo es verdad.
En todas las guerras, se cometen aberraciones de este tipo, es la manera que tiene el vencedor de subyugar al enemigo, mancillarlo, quebrar su voluntad, castigan con la violación de mujeres y niñas para socavar la voluntad y que se acrecenté aún más el dolor de la derrota, un hombre puede soportar perder su dignidad, pero el género humano no está preparado para ver como destruyen ante sus ojos a sus seres queridos. Llamamos atrocidad a estas acciones, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, peo es algo más, cada vez que un hombre hiere el alma a una mujer, está hiriendo a la humanidad en su totalidad, pues son las mujeres las que nos dan vida, las que subsisten a nuestra especie, las que dan perpetuidad a esta humanidad que imperfecta o no, existe.
Cuando era un adolescente, cayó en mis manos un libro de Carl Sagan, uno de los mayores divulgadores de Astrofísica y Cosmología de todos los tiempos en el que decía , que si una civilización alienígena viniera a la tierra, la única cosa que se llevaría de ella, sería a una mujer, y argumentaba, que todo lo que hay en la tierra, está esparcido por el cosmos, todo, lo que nos hacía diferentes, era y es, la bioquímica que contiene el género femenino, en todo el universo no existe nada que sea igual, que tenga parangón, lo que hace diferente a los humanos, es la mujer, un ser que está más cerca de ser un Dios que de un animal racional.
Hoy cuando vi la noticia de esa violación en México DF y a continuación las cifras, las estadísticas de Ciudad Juárez y otras ciudades de México, una rabia se apoderó de todo mi ser, sentí odio hacia mí mismo por la condición de ser hombre y me maldecí y maldecí a todos los hombres que hacen daño a las mujeres.
Soló soy un pequeño hombre que vive ya la decrepitud de su vida, y lo único que puedo hacer, es escribir palabras, siempre he escrito al amor, porque me parece que es lo único verdaderamente importante de este mundo, no pretendo nada con este texto, tal vez que la ira que siento en mi interior desde esta mañana explote y se expanda sobre todos los mal nacidos de este mundo, yo pido perdón, perdón, a todas la mujeres, os lo pido de rodillas por todo el mal que os hacemos, por ser unos malditos desagradecidos, me hinco de rodillas y os pido perdón, perdón por todo, y soló tengo la esperanza, que en vuestra misericordia podáis perdonarnos, vosotras que sois las madres, que nos habéis dado la vida, apelo a vuestra infinita y divina bondad para recibir tal vez un perdón que no merecemos.
Humildemente, he escrito un poema, es lo único que me queda en esta vida escribir, no sé si bien o mal escrito, pero salido de lo más profundo de mi alma, y dedicado a todas las mujeres maltratadas.
El triste destino de las almas atormentadas.




El Triste Destino de Las Almas Atormentadas.
Sus recelos nadie intuye.
En la recóndita tiniebla lóbrega
al sigilo goza de aliado,
y su entidad es el oscurecer.
Sabe aventar la savia exiguamente
y vegeta orbes de aspectos,
cimienta gérmenes de escoria,
de tretas, apostasía y terror.
Cae sumisa y helminta,
profesando el aroma de la expiración,
rasgando los tornos del recelo,
venciendo va, lánguidamente.
Pretende prorrumpir y no logra,
impele una gabela cargante,
su querubín, atemorizado, hipa,
¡el mal le demuele la esencia!
Qué afligido es el acomodo opaco,
zozobras germinan por sus intersticios,
no hay bien para sus llagas,
sin equidad, es desheredada,
por esa maldita humanidad.
¡Un lenitivo, consuelo de la índole,
que le conciba existir la ilusión!
¡Una auxilio que se brinde!
Y soslaye la maldad, esa que,
se hunda en el engaño eterno.



Pido perdón, por ser hombre y en nombre de todos los que no se arrepienten, yo si lo hago, pido perdón, perdón, perdón, perdón.