Huele a muerte en el panal de los cobardes
Huele a muerte en el panal de los cobardes
Huele a muerte en el panal de los cobardes
La muerte es el comienzo de la inmortalidad, en este sitio, en este panal de cadáveres huele a muerte lenta, no sé qué hay al otro lado, la muerte es dulce; pero su antesala, cruel, cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y a salvo. Yo creo haber acabado aleatoriamente mi tiempo pero no me gustaría ser de aquellos cobardes que mueren muchas veces antes de su verdadera expiación, los valientes gustan de la muerte una única vez quiero creer que si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel. Es más fuerte, si es vieja la verde encina; más bello el sol parece cuando declina; y esto se infiere porqué ama uno la vida cuando se muere, porqué eso es la muerte: vivir ese instante dominado sólo por ese instante.
No hemos podido los hombres remediar la muerte, la miseria y la ignorancia han imaginado, para ser felices, no pensar en absoluto en ellas y es que la muerte es el último viaje, el más largo y tal vez el mejor, la muerte hace ángeles de todos nosotros y nos da alas donde antes solo teníamos hombros, suaves como garras de cuervo.
Que cobardes somos, que miserables ante ella, algunos me llamaran asesino, pero quien es esa amorfa nada para calificarme, tienen derecho a matarme pero no tienen derecho a opinar, que saben ellos que hay en esta maldita cabeza, me confunden por lo que no soy, nos soy ingeniero, no soy médico, sólo soy un niño que se hizo mayor y ha intentado comprender este mundo, me he hecho amigo de la muerte y no siento remordimientos ante su reloj, su guadaña no se puede partir, ni siquiera los dioses pueden romperla, la guadaña está hecha de destinos diferentes forjado en las intransigencias de la propia creación, pero puedes romper la esfera de su reloj, sabes que perderás la guerra, pero obtendrás un pequeña victoria, la dignidad.
Todos tenemos derecho, y digo bien, derecho a morir dignamente, sin reglas, sin juicios, porqué es el juicio lo que nos derrota, no soy juez, sólo tengo un corazón lleno de amor que me impide ver a un ser que he amado, que he querido, me impide verlo arropado bajo la manta de una sociedad que solo es mezquina y cobarde ante el último episodio de nuestra vida.
No me arrepiento, ayer al salir de aquella sala donde los moribundos sólo son números, sentí que me traicionaba a mí mismo, hoy he tenido que mentir para acabar con dicho sentimiento, no soy juez y parte, sólo un ser misericordioso que ama con todas las implicaciones que conlleva ese verbo.
Adiós Águeda, nunca me olvidare cuando me cambiabas una manzana por mi paquete de cigarrillos, tal vez intuías mi destino, no lo sé, tú me querías sabias lo que era el veneno, yo sé cómo funciona la máquina de la muerte, y le he roto el reloj. No tengo remordimientos, sé que he hecho lo correcto, le he robado tiempo a tu familia, pero tú ya no estás, lo que ellos ven ya no eres tú, ya has cruzado la otra orilla y te diriges hacia el puente del arco iris o tal vez camines hacia la nada, lo que no podía hacer es quedarme quieto, si Dios existe, que me perdone, al verte partir he sentido el amor. No te olvido, yo nunca olvido, esa es mi penitencia, tal vez la tenga bien merecida.
"La muerte siempre clava sus garras...A unos,los eleva sutilmente,en suave danza...a otros,las hunde hasta las entrañas.La suerte...está echada.
Te quiero.
Chay.