el mendigo en el suelo envuelto en cobertores es una caja registradora. su destino está mucho más estrechamente dominado por las monedas que el tuyo, que pasas entrenada para no interactuar con él (¿y cómo interactuarías? aun si dieras el paso, la charla sería tan trivial y mecánica como para olvidarla enseguida, de modo de sostener el status quo de aquí no ha pasado nada).
-me da una moneda...
-¿y qué harás con esa moneda?
-juntarla con otras para pagarme una cama y una comida.
-¿cuántas tienes ya?
-seis de cien y cinco de cincuenta.
en las grandes ciudades, los humanos no tienen escapatoria de su ser plaga. mueren mientras caminan, y solamente las piernas entrenadas para continuar sostienen a los cadáveres en su periplo.
mueren todas las tardes, noches, días ante los edificios sin agua, sin palabras, sin ropa, sin un puto nada. ante los edificios sin destino ni respuesta. solamente en las rodillas les queda fuerza para alejarse de allí, deshecha la ilusión. aquí no había nada.