Disculpa por haberte soñado así, de repente. No me preguntes por qué sucedió, porque no tengo respuesta para eso. Quizás el mío es uno de esos corazones locos por el mundo capaz de detenerse en unos ojos o una mirada como la tuya. Me queda al menos la tranquilidad de que nunca te pedí nada.
Hay 1 sola cosa que puedo decir que fue pecado: soñarte siendo tú el sueño de alguien más.
La razón por la cual el Universo me puso en contacto contigo, no la se. Quizás la descubra algún día remoto en el ocaso.
Pero he decidido que es hora de dejar de pensarte como hasta ahora, dejar escribirte muchas de las cosas que te he escrito. Si no quieres oir de sueños, princesas, cielo, estrellas, yo tampoco puedo ir contra tu naturaleza.
La impresión que me dejan tus ojos y tu sonrisa, esa no me la puedo quitar a la fuerza, pero no te preocupes: algún día se me pasará esa sensación de vacío y te aseguro que te darás cuenta. Pero sigue en pie aquello de que tu mirada tiene el color del atardecer.
En cuanto a tí, insisto en que nos parecemos al menos en tres cosas: el orgullo, el ego y la irreverencia. Ten cuidado con ellas.
Prefiero que me recuerdes así:
Sin ser poeta, ni filósofo y abandonano la lucha para que tú siguas tu camino, porque a veces, y sólo a veces, me rindo.
En lo que vas a estar de acuerdo conmigo es que con lo corta que es la vida no puedo andar pensándote. Tampoco es posible dialogar con alguien si debo coartar la voz de mis palabras. Hora de soñar por otros parajes.
Quizás aquellos últimos días de Diciembre, cuando por vez primera me tropecé con tus ojos, fueron simplemente un sueño que se evaporó. Al final, creo que pertenecemos a mundos irreconciliables.
Pero he aprendido mucho de tí, de tu silencio y tus desmanes, y del dolor que nunca te atreviste a mostrarme... aunque no lo creas...
