El otro día, iba yo por la calle andando cuando me lo veo venir hacia mí. Sé que no me traga, y yo tampoco lo puedo ver a él. Diferencias irreconciliables, que dirían algunos. No se puede uno llevar bien con todo el mundo.
Ni aunque quieras.
Adiós, cateto, me dice cuando nos cruzamos.
¿Cateto? ¿Y tú qué?... ¡Hipotenusa!
Él se detiene en seco.
¿Hipotenusa? ¿Qué me has llamado, hipotenusa?, exclama todo exaltado.
No, no. Hipotenusa no (rectifico); hijodeputa.
Lo cavila un momento.
Ah.
Y cada uno sigue por su camino. Por hoy, lo dejamos ahí.
Por hoy.