He comprendido que de mis letras
no soy el dueño.
Que regalo la locura
de los sentimientos que enseño.
Ninguno sabrá quién soy
ni quién he sido.
Soy recuerdo de nostalgias
y carguero de muertos que no olvido.
Del rezagado soy amigo
y del disidente testigo.
Dejo tinta como huella
en el corazón del labriego.
Hambriento tengo el ego
y desesperada la razón.
Las mejillas de arrebol
y pecho sonriente de albor.
Un poeta corazón
y un manifiesto testimonial.
Con mi mano de imparcial
bofeteo fuerte a la muerte y a todo el que siembre el mal.