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(Silvio Rodríguez)

Al amanecer,
algunos ojos ya eran de la oscuridad
y huyeron hacia las tinieblas del ayer
con un puñado de semillas por sembrar,
con un puñado de promesas por crecer
y amar.

Pero salió el sol
y se elevó sobre la tierra siempre más
secando el frío nocturnal, dando calor,
regocijando al mundo con su prodigar,
irguiendo al viento un poderoso corazón
de amar.

Y su luz subió
saltando las montañas, traspasando el mar,
regando el mundo con su cálida verdad,
su cálida razón, esparciendo la claridad
como una estación.

Era bello el sol
que se elevaba sobre el mundo siempre más,
con su destierro de nevadas, su canción,
su semillero en jubiloso despertar,
erguido al viento el poderoso corazón
de amar.

Y su luz llegó
al reino oscuro a las torres del ayer,
y la simiente arrebatada de su amor
sintióse renacer al contacto de su calor
y de su quehacer.

Luego al final,
a la hora en que se suponía atardecer,
sintieron que la luz quedó en su respirar
como una sangre de la atmósfera, un poder,
un pacto eterno con la claridad solar,
con ser.

(1978)



Pringas29 de mayo de 2010

1 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Es bueno tener siempre presente que tras noches de dolor en las que pareciera que todo terminó, siempre la claridad solar será un pacto eterno de levantarnos con un corazón poderoso para amar.
    Gracias por compartirnos esta hermosa canción, es un alto perfecto en las tareas monótonas del día.
    Saludos fraternales, Gastón.

    01/06/10 12:06

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