Te soñé una vez, solo una vez y te imaginé tantas otras...
A veces escapo, pues no soporto ese vacío que me separa de las fronteras de tus besos...
Te encontré un par de veces, y nos mantuvimos quietos en el equilibrio de una mirada, hasta caer en el abismo de un falso olvido...
A veces vuelvo a esos momentos, y los hago eternos, casi eternos, porque la ausencia es demasiado cruel para dejarnos volar... para dejarnos ir por la vida, contentos de un amor que no necesita de alas, porque ya era de elevarse por su propia luz...
Te amé cuanto pude y no fue suficiente, ya que dijiste adiós en el momento en que empezaba a acostumbrarme a la sonrisa... desde entonces ya no pude recuperar ese calor... lo perdí y me perdí en el frío de una triste noche de cielo sin estrellas, de una luna a quién no puedo reclamarle mis poemas...
A veces creo encontrarte en medio de la gente, apareciendo como la vez que te conocí, envuelta de una hermosura donde los adjetivos de mi creatividad no podrían hacerte justicia...
Te lloré una vez, solo una vez y no quise malgastar las pocas lágrimas que me son permitidas en este mundo... el motivo no amerita más de la herida que causaste, que dejaste y no sanaste, y a la que nunca regresaste por la locura que te ha invadido al saberte responsable de romper la armonía de algo tan bello y perfecto, que solo puede asemejarse a la inmortalidad de dos almas hechas una... dos almas que ya no volverán...
