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Ojos que No Ven

Un hombre mayor se encontraba sentado en el banco de una plaza, con gafas negras, campera, y un perro recostado a la par. En ese momento, un joven se acerca y se sienta a su lado. Se saludan con un “Buen día” de manera recíproca y comienzan a dialogar. El joven comenzó a vociferar acerca de las mujeres, vanagloriando sus pronunciadas curvas, su caminar, sus prendas ajustadas y casi preocupado por la gran cantidad de mujeres que debía ver todos los días cuando salía a caminar. El hombre lo escuchaba atento, pero sin emitir comentario alguno. El joven lo miraba buscando que le aprobase lo que decía, pero sólo silencio era lo que él le regalaba. Entonces, el joven decidió preguntar:”Dígame señor, usted por edad ha de tener grandes experiencias con mujeres. Por qué no me cuenta que es lo que más le gusta de ellas?”. El hombre entonces sonrío, y volteó para su lado. “Muchas cosas son las que siempre me atrajeron de una mujer. Me encanta la mujer con personalidad, de noble alma, genuina, sin miedo a perder. Siempre me encantó la mujer que no calla, cariñosa, espontánea, con sentido del humor y de humilde corazón. Todo eso es lo que más me gusta de ellas”. El joven lo escuchaba pero parecía no compartir ese pensamiento. Entonces acotó: “Señor, con todo respeto. ¿Me va a decir que prefiere una mujer con personalidad y sentido del humor antes que una mujer hermosa físicamente? ¿Acaso usted no voltea para ver de atrás a una mujer que pasó, o a otra de grandes pechos que sube en el colectivo? ¿Me va a negar que cada día que sale a la calle no se le escapa un piropo o algún pensamiento cuando una linda mujer pasa a su lado?
Entonces, el hombre, se subió el cierre de su campera. Tomó la correa del perro y se levantó. Pensó unos segundos y respondió: “Todavía sos muy joven. Pero quizás debas entender que no todo entra por los ojos. También es necesario sentir y percibir. Con el tiempo, el cuerpo envejece, pero lo que somos por dentro no. Siempre está ahí. Quizás ahora te rías, pero haceme caso. No lo olvides”. Entonces el hombre, se acercó para estrechar su mano, mientras en la otra sostenía la correa y un blanco bastón que había apoyado a su lado. Entonces ahí el joven entendió todo. Ese hombre era ciego, y le acababa de dar una hermosa lección. Después de todo, no todo lo lindo, se ve sólo con los ojos. También, necesita que se sienta con el corazón.
Rama2302 de junio de 2015

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