A veces (muchas veces), me alcanzan los nubarrones. No me importa porque, cuando llegan, los veo venir desde una distancia considerable, incluso si quiero, puedo conseguir alejarme lo suficiente como para ni verlos. Pero no siempre es así... Hay veces en las que acabo llamándolos yo, deseo que me atrapen, corro hacia ellos. Me pierdo, me adentro en un pozo en el que solo se escuchan y solo puedo escuchar mis propios monstruos. Es contradictorio porque, en ese momento, me siento bien sintiéndome mal, ese momento es casa.
Se me hace un mundo luchar contra algo que llevo haciendo de manera sistemática tanto tiempo. Porque, no siempre tengo fuerzas, no siempre tengo la determinación para tener fuerzas y no siempre quiero tener fuerzas...