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Primer Día.- Conociéndome a mi Mismo

Estoy comprometido con esto, así que iniciemos.

¿Qué validez puede tener mi crítica hacia lo que me rodea, si no he podido demostrar que soy el mejor auto crítico? No quiero pasar a la posteridad como un eterno disconforme y antagonista de lo establecido. Quiero demostrar que estoy insatisfecho hasta conmigo mismo. Jamás podré estar conforme con lo que soy, por que en ese momento lo que soy estará por definición terminado, acabado, muerto.

Nací y crecí en una familia de clase media baja con la enorme fortuna de no saber que había clases y que dentro de las clases había estratos. Ese aislamiento de los protocolos sociales me permitió crecer ajeno a las ambiciones y caprichos que desarrollé ya entrado en años y que podría definir como el fin de mi inocencia. La inocencia no la perdí cuando por primera vez toqué a una mujer, la inocencia la perdí cuando me dí cuenta que estoy condenado a la eterna competencia por demostrar ser el mejor. Efectivamente: no pretendemos ser los mejores, nos conformamos con demostrarlo.

Soy hijo de un contador con el que no conté y de una madre a la que menosprecie. Nunca le he dicho al primero como me hizo falta y nunca le dije a la segunda cuanto en realidad la necesitaba. Imagino que ninguno de ellos me lo reprocha, por que saben que en el sabio equilibrio de este mundo, ellos se lo hicieron a sus padres y mis hijos algún día lo harán conmigo. El permanente ciclo generacional en el que hijos y padres no se entienden hasta que uno de los dos toma la iniciativa de irse para siempre.

Fui víctima del menosprecio y la burla por muchos años. Sí, los niños pueden ser muy crueles, pero para eso el adulto que soy ha matado por completo lo que fui, librándome de varios terribles recuerdos. No busco compasión ni comprensión por lo que viví, sólo estoy melancólicamente recordándome.

Conocí el amor muy joven y embriagado por hormonas. Será que siempre encontré a las mujeres correctas o será que luché para que lo fueran, la realidad es que hace años sabía amar y esa sensación nublaba mi razón. Si algún consejo dejaría a mis hijos es que cada pasión que adquieran la abracen y gocen mientras puedan. Duele saber que no se hizo lo correcto, pero duele más saber que incorrectamente no se hizo lo que se quería.

Hoy ya entendí que es una batalla perdida la que uno establece con la vida por encontrar la felicidad perpetua. La felicidad son pequeñas cápsulas de tiempo que revientan cual burbujas de jabón en cualquier momento. El fin de mi vida ya no es ser feliz ni hacer feliz a otros. Mi fin es ahora acumular todas las burbujas que pueda antes de que revienten todas juntas. Con las de los demás ya no puedo y de verdad lo siento.

En fin, que me considero una extraña mezcla de inseguridad, soberbia, insatisfacción e inteligencia. De todas tengo lo mismo y jamás podría vivir sin una de ellas. Ese soy yo, sólo un hombre que espera escribir en su tumba: "Sabía lo que era su vida y sin embargo tuvo el valor de vivirla".

http://raulvelarde.blogspot.com/
Raulile12 de junio de 2011

1 Comentarios

  • Danae

    Yo no sé si habrás logrado ya conocerte a ti mismo, pero desde luego estas pocas líneas, tan bien expresadas, yo diría que lapidariamente expresadas, enganchan al lector a asomarse a esa parte de tus creencias y vivencias que aquí compartes. Claridad, contundencia, imágenes nuy acertadas en tu texto, que se desarrolla con fluidez. Tu esperado epitafio es digno colofón a esta primera entrega. Espero seguir leyéndote.
    Un abrazo.

    13/06/11 12:06

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