Con una música de fondo, y como si fuese a cámara lenta, lograba agrandar esos
pasos en el trascurrir del tiempo, por otra parte limitado, hablando conmigo, con las ideas fantasiosas adquiridas en el baúl de un pueblecito marinero.
Tal era la grandeza de esas ilusiones que lograban acaparar todo mi ser, aún más, toda mi alma.
Atravesaba las casas sin ningún tipo de problemas, saltaba los acantilados como sifuesen escalones, la calle estaba llena de recuerdos, recuerdos de algo no vivido aún, pero sí, soñado.
La ilusión indefinible del espíritu y la secreta creencia en el más allá llegó a colmarme de una alegría tan profunda que un escalón por encima solo existía el amor.
En la soledad de mi casa, solo el retumbar de unos versos, hacian el gran milagro de seguir adelante,
habiendo considerado mi condición de ser solitario, arransando mi mente con espejismos.
Mientras, llenaba páginas y páginas de una luz o idea que me llevaría más allá de donde hoy estoy.
Esa ilusón nacida de un deseo obseso que se tornó real en mi magín.
La ambición máxima de mi ser, no podía ser otra que la de existir, sin reparar
en límites, no había nada más estimulante que el poder vivir todas las vidas
en el lapso de una misma existencia.
Y solo se podía realizar,,,llenando mi baùl de sueños.