En la fría aurora, mi fiel amigo atravesaba la
calle con gestos dolientes, mientras un hado
con fuerzas indefinibles regulaban los actos para
que las borrosas visiones de espumas encantadas
del mar no le ahogaran.
Una lluvia que venía del cielo claro con una envoltura
sin igual, hizo de tranquilizante nostalgia de esas calles
de antaño, que provocaban lágrimas de felices pasados.
Un enigma insurrecto encendió su mente con una apasionante
historia con realidades y fantasías, que los gritos de pánico no podían
apagar.
Sus lágrimas ajadas ya pertenecen al olvido, en su renacer solo
queda la poderosa cadena del amor.
Precioso amiga.