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El Silencio

El Silencio
El Aislamiento

En un pequeño pueblo al borde de la montaña, vivía una niña llamada Elena. Desde temprana edad, la soledad se convirtió en su compañera más fiel. Los demás niños la evitaban, burlándose de su ropa desgastada y su cabello enmarañado. Los vecinos susurraban a sus espaldas, y sus risas crueles resonaban en los rincones oscuros de su corazón.

Elena no entendía por qué era diferente. Sus abuelos, los únicos que la amaban incondicionalmente, le contaban historias de estrellas y constelaciones. Decían que ella era como una estrella solitaria en el vasto universo, brillando con una luz única pero sin nadie con quien compartir su fulgor.

El Refugio

Los abuelos de Elena eran su refugio. En su pequeña casa de madera, tejían mantas y le enseñaban canciones antiguas. Los abrazos de su abuela eran como un bálsamo para su alma herida. Su abuelo, con sus ojos cansados pero llenos de sabiduría, le decía: “Eres fuerte, mi niña". "La soledad no es una debilidad, sino una oportunidad para encontrarte a ti misma”.

Las Sombras

La madre de Elena trabajaba largas horas en la fábrica. Su rostro estaba marcado por el cansancio y la preocupación. Apenas tenía tiempo para mirar a su hija. El padre, enfermo y amargado, se sumía en la oscuridad de su habitación. Sus hermanos, egoístas y ciegos a su dolor, tomaban lo que querían sin agradecer.

Elena se aferraba a su orgullo. A pesar de todo, seguía siendo amable, ayudando a los demás y sonriendo cuando podía. Pero las noches eran largas y frías, y las lágrimas se mezclaban con las estrellas que observaba desde su ventana.

El Encuentro

Un día, mientras paseaba por el bosque, Elena encontró a un anciano sentado en un tronco caído. Sus ojos eran como dos luceros en la noche. “¿Por qué estás sola, niña?”, preguntó. Elena le contó su historia, y el anciano sonrió. “Las estrellas también están solas en el cielo. Tú eres como una estrella, Elena. No dejes que la oscuridad y la maldad ajena te apague”.

El Camino

Elena decidió escribir su historia. Cada página era un pedazo de su alma, una luz que se negaba a extinguirse. A medida que las palabras fluían, su soledad se transformaba en una fuerza interior. Descubrió que no estaba sola; había otros corazones solitarios que anhelaban compañía.

En su escrito, Elena encontró la esperanza. Las estrellas, aunque distantes, seguían guiándola. Y así, con la cabeza erguida y el orgullo de ser buena persona, Elena se convirtió en la autora de su propia historia, su vida.
Regina24 de marzo de 2024

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