Murmullos a mi paso
prolongando la calle inerte
Espirales al rededor de mis pestañas húmedas
Un suspiro adolorido que trata de recobrar el aliento.
La piel enrrojecida
Desgastada por cadenas que se esfumaron antes de aparecer.
Irónico y fatídico
El trato que el orfebre ofreció
Un carpintero no necesita zafiros.
Sólo temen ahora los bosques,
Endebles,
ante el contacto curioso del incauto ser
Cada roce
Desgastando sus cortezas
Despellejandoles
Un día nos creímos puros.
Luego nació la paranoia.
Las voces que nunca estuvieron ahí.
Antiguos tesoros que se desvanecen bajo el contacto de nuestra piel.
Nosotros también.