Era una tarde de primavera una suave brisa me rozaba la piel, si me hubiesen dicho que mi vida cambiaría tanto no lo creería. Sentado en un banco del parque viendo la vida pasar, siento que no participo de ella. Después de mi accidente todo cambió yo cambie o fueron las circunstancias que me hicieron cambiar, no lo sé.
Desde lejos me observo instalado en mi soledad, rodeado por ella, sin más amiga que ella, me siento bien sin nadie alrededor, solo yo y ella. Pero, el eterno pero, una parte pequeñísima en mi interior grita que me mueva, que me atreva, que avance hacía lo desconocido, que me caiga y me levante. Ese grito no me molesta, al contrario me hace sentir que estoy vivo ahí en un recoveco de mi interior, sonrío al escucharlo. Sé lo que pretende, que viva una pasión desmedida que me haga tambalear y resquebraje mis muros del miedo conformista.
Me engaño viviendo en mi orden perfecto, en una dulce armonía de hechos sin vida. ¿Cómo salir de esta placentera seguridad?
Mis ojos tropiezan con los suyos y se quedan más de lo apropiado. Me sumerjo en sus pupilas y extrañado observo que se ruboriza, me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. En silencio le pregunto si eres tú quien viene a alterar mi mundo y ella me vuelve a sonreír.
Lo que daría porque me volviera a sonreír a mí... Muy bonito.