Duele más el llanto cuando ya no hay motivos, agobia más la duda cuando ya todo es sincero. Ay quién diera una razón!!! Exclama a sus propias espaldas el necio en su quebranto, dolor del que sufre si no sufre, estrepitosa caída sin pies, sin suelo, sin gravedad... Ese que "nunca busca" la lágrima, sondear no deja desesperado cada aire a la casa de alguna ruina, de alguna angustia, luego la encuentra y la degusta excéntrico con las papilas de la autocompasión, pero no sufre solo, empapa con el agua de su crisis a cuanto preste su oído al mal trago, y así recibe su triste sueldo, el pago a su teatro. La paz da miedo, tranquilo es inquieto, el silencio molesta, duele, fatiga... Castiga la gula de problemas, se apaga con lentitud la vida, pero gusta, agrada penosamente. Fingida y oculta sonrisa de una necesidad enfermiza de lo turbulento, "vuelve el perro a su vómito" dijo un sabio. Muere mientras toma su propio veneno pero no se detiene ante los síntomas, comienza a sanar y corre a buscar otra botella con la calavera, quizá más fuerte, sino más botellas... "Qué asco de existencia!" Pero no se cansa de beber el amargo ajenjo del desconsuelo, del conflicto que si fuera eterno, mejor. A dónde irás a parar criatura del maltrato!? Abandona el autoflagelo, para qué existir si no vives, para qué sufrir si lo buscas? Llénate del valor que no conoces, baja tu cabeza, dobla tus rodillas, frunce tu ceño y pide perdón a la savia que te vio nacer, pero no antes que a ti. Luego cierra el grifo de tus lágrimas, levántate e intenta ser quien nunca has sido.

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