Sentía el humo recorrer mi boca, impregnando el olor de nicotina en mi garganta, tosí…tal vez porque nunca jamás había fumado; pensé, quizás, que junto a la nube cancerígena se iría su recuerdo. Me equivoqué.
Era casi la media noche, y aun el eco de su voz sucumbía y estremecía mi ser, como ese algo que no te deja cerrar los ojos cuando mueres de sueño, así me sentía. Apague el cigarro, casi intacto, debido a que me rendí tras la primera sacudida, , me dije hacia mis adentros; después de esto me dirigí a mi cuarto, con los ojos secos, sin reflejo, como sin vida, dispuesto a ceder ante mi almohada; me senté sobre el borde de la cama, abrí y cerré los ojos…Abrí y cerré los ojos…Y así sucesivamente hasta que me di cuenta que no estaba soñando. Me incliné hacia atrás y la gravedad hizo mella sobre mí. Con los ojos abiertos, aun sin luz y más secos que el desierto más hermoso, recordé sus labios, la mueca de su boca que todos llaman “sonrisa” y sus despistes ocasionales, no por falta de interés, mas bien, por algún bello defecto de fabrica; y así, por fin, logre cerrar mis ojos, más sin embargo no logré conseguir el objetivo deseado…Dormir. Inhalé…Exhalé…Inhalé…Exhalé, esta vez sin toser y sin partículas toxicas rondando en mi boca; cuando de pronto… Percibí el olor dulce de su fragancia y por un momento sentí la caricia de su aliento recorriendo mi cuello, subiendo hacia una de mis orejas, trastocando mi cartílago, como si me estuviera susurrando algo lindo al oído con la diligencia más estricta. Suspiré…Suspiré…y suspiré, y con cada suspiro se iba un recuerdo suyo, una parte de ella que en algún tiempo me perteneció, pero ya no; y que tal vez buscara refugio en otro corazón, en otra alma que será digna de tan puros y bellos sentimientos…pero yo no, ya no.
La ventana se estremecía, el mosquitero se excitaba con el toqueteo del aire a través de sus pequeñas rendijas. Era el viento el que jugaba con mis deseos, no ella. Pero yo no lo sabia…Dormía.