TT
Cerca Queda El Raval. 13 de agosto de 2012
por rocofredo
El sonido de un nuevo brotar, fluir de las fuentes de la gran ciudad comienza perezoso, rezumando y gateando lentamente entre el sonido del viento que lo traslada. Donde acaban los rascacielos. Allí se mezcla el murmullo, transpirando a trabes del aire, tranquilo, pacifico, reposando, de una vez por todas, entre los balcones de los últimos pisos que acarician el cielo.

Marta se asoma desde uno de ellos, a contemplar esta nueva alba. La mañana arranca con su taza de Nescafé templado en sus manos finas y suaves. Ella ama las vistas que avivan a los recuerdos. Su niñez en un piso de barrio fronterizo, miradas fijas hacia “El Raval”. Calles estrechas, que tras muchas transformaciones se han convertido en peatonales en gran parte. Arropadas de nuevas tiendas de moda. Hacia el sur del Raval sobresale el Museo Marítimo. Marta aviva a la alusión, rememorando las tardes de juventud. Los fines de semana observando las carteleras de los teatros a lo largo de la calle principal Parallel. Curioseando y examinando las obras que llegan a cuenta gotas. Eligiendo con su hermana Carmen la apuesta más atractiva, ya que la paga semanal no daba para mucho.

Su única hermana ha despertado ya, y se apoya en la terraza junto a ella. Se une en silencio, atisbando al mismo barrio, su verdadero arrabal. Ensanche de juegos, prolongación hacia los sueños. Ella lleva entre sus dedos una taza de Cola – Cao bien caliente. Caudal de fortuna ante el frío de la mañana. Fluye relajante por el pecho aun caliente, contrastes de aires y corrientes heladas. Salientes suspiros al repicar, migajas de lluvia contra el ventanal. El corazón ardiente. Delirio en una somnolencia tan húmeda. La despertó el tañido constante de las campanas, al sur, muy al sur, aclamaciones, timbre avisador de la aurora.

El sol ha dado una tregua, truenos de la noche sin respiro. La lluvia se calmo. Ese repiqueteo constante pero manso, sosegado casi relajante que provoca abandonarse, dormitar entre los sentidos. Aun hay hojas pegadas, petrificadas al cristal del comedor, el que da, a vistas despejadas, antes, muros vecinos. El olor a tierra mojada llega asta la quinceava planta, el más sobresaliente de la zona. Culminante otoño, eminente y pleno por entre las fauces más abiertas de Barcelona.

Su padre, al fondo, se afeita, lento y vago, pero para nada perezoso. Pues su rostro esta clavado en el espejo. Sin sombras, sin brillo, petrificado como estatua enajenada. Esperando fuera de el, esa hora de la verdad, la de la despedida. Al adiós sin remedio. Hata la vista, la partida más cruel de nuestras vidas. Arrasando al vigor, eliminando al brío más animado. Manera perpetua, eterna de la ausencia. Se fugo la sabia con su empuje. La esposa por siempre, compañera fiel en más de cincuenta años de complicidades. Atónito, con la cuchilla entre sus dedos, la espuma en su cara secándose por segundos. Su rostro no aparece. Nada, ni a nadie refleja. Su imagen solo se revela a si misma. Evidencia desde sus entrañas. Conciencia compartida que escapó salvaje hacia la carencia. Vacíos de besos y caricias, pasos a la par sin ella. Dejando al linaje descendiente de dos hijas gemelas. Libre armonía por ente la oscuridad no muy lejana. Rendijas agrietadas llenas de incertidumbre. Luchan los refuerzos del ánimo por encontrar un hueco. Escape de luz hacia la esperanza, por entre sus ranuras arrasadas. Durante ese mismo otoño que avanza, incierto, mucho más frío que en tiempo diera por conocido, un porvenir acertado, palpitante en ilusión para el mañana.
Nubes plomizas cercan de nuevo al reducido cielo raso que aun colea. Más al sur, la zona roja acentúa al rubí escarlata, banda grana cercana del puerto. Un soplo helado entra en la habitación, en forma de aviso. El cabello rubio de Marta corre en círculos, levantado caprichosamente, al rezumar del salitre calado entre el aire. Solo con mirarse, las hermanas deducen los pensamientos, sin la falta de códigos encadenados. ¡Es Michel, si, Michel! Suena el timbre a tres golpes seguidos, marca de que es el. Carmen corre hacia la puerta, danza sutil exhalada a brisa suave, compás frágil, mezcla de aromas, golpe perspicaz, al ritmo del viento marino. El fondo del marco de la puerta se llena esbozando la sombra gigantesca del colosal y bondadoso, tío Michel. Un abrazo tenso a la vez que silencioso se funde con miles de palabras que jamás se escapan a la corriente. Momento que llena por si solo al ambiente. Melodía de encuentro deseado, vagando entre la pena. Desde un torrente anclado por el susurro: > En cada palma de sus manos cabe el perfil de las dos. Las acaricia, las besa en sus frentes. Sus murmullos les hacen olvidar de la angustia.

Eduard sale a su encuentro, con la cara aun húmeda, pedacitos de espuma aun bañan su rostro, no le ha dado tiempo, las emociones han bloqueado los actos más elementales, avisando a la confusión, cegando por segundos a la razón. Se acerca a sus hijas y se une al abrazo de su cuñado Michel. Chocan sin llegar a tocarse sus frentes, sin mirarse, no pueden. Forman un corro entrelazado, fusión de calor humano que se evapora como el éter. Llenando al firmamento efusivo, lazos eternos de familia. >

Las gabardinas se van calando lenta y pausadamente, a medida que va descendiendo el féretro. El camposanto esta lleno, no cabe un alfiler, cientos de paraguas desde lo más alto se agolpan entre la muchedumbre. El silencio parece eterno. Solo el lento golpear de la lluvia lo rompe en secreto. La última travesía del adiós. Las obras de los operarios comienzan, nadie se mueve entre la niebla. Michel mantiene entre sus brazos a Marta, la más emocionada. Carmen sujeta en pie a su padre, Eduard no puede mantener el equilibrio. > > Miró su cara acurrucada, encajada a su pecho con dulzura, una leve sonrisa cómplice se escapaba desde lo alto. Un sinuoso estallido del viento resonó con forma de trueno. La tempestad había llegado y tocado fondo en El Raval de Barcelona.

Mientras seguían allí petrificados, sus ojos quedaron perdidos en la nada. Michel volvía a tener once años. Jugaban con estampas de cartón, inmortalizaban grabados insertados en viñetas cuadradas. Alineaciones del Barsa en el año 1935. Eduard hacia trampas sin acierto ni cautela a Merche. Por entonces ya flirteaban, tanteos inocuos de la adolescencia. Agachados en uno más de los múltiples soportales del Raval.

- Eduard, no sigas haciendo trampas que me enfado, ya esta bien. ¿Crees que no me doy por enterada?

- Niña que no las hago. Será desconfiada la niña boba. Ha ver si espabilas que tienes ya nueve añazos.

- Eduard no te pases de aprovechado, y dale a Escola, que te lo ha ganado legalmente.

- Si y te daré a cambio a Iriondo, que también esta bien, no pierdes tanto.

- ¡Oye Merche! Los del Espanyol te los quedas tu, espabilada. Si no te gusta y no sabes de que va, ponte a jugar a las muñecas, que esto es de chicos.

- De lista nada Eduard, y ya se lo estas cogiendo. Que te vi. Al igual que ella, como escondías en la manga la que te hacia perder.

- Vale que remedio. Michel si no estas jugando. ¿Ah, que te metes tanto?

- Es mi hermana, recuerdas...

- Si no llegas a ser mayor que yo...

- ¿Que? No es tanto, un año nada más te saco, tontaina...

Sonó el claxon de un camión enorme, haciendo esquina entre la calle peatonal a la que se encontraban. Una voz ronca, similar al gruñido de oso exclamaba a lo lejos:

- ¡Vamos niños, venid que nos vamos a la masía!

- ¡Ya vamos! Venga Merche que papa nos llama.

- Y tu también Eduard. Esta semana estaremos todos allí. Tu padre y yo tenemos mucho trabajo por hacer.

- ¿Papa podemos ir atrás con los sacos?

- Si Merche, pero cuidado con los de semillas. No os sentéis sobre ellos, que me los aplastáis y agarraros al barrote lateral, donde la barra de hierro. ¿Me habéis oído? Michel te hago responsable, eres el mayor.

- Si papa.

- Si señor Xavier.

Sin dejar del todo a los recuerdos, abstraído entre aquel maravilloso momento, Michel fue saludando de manera mecánica, alientos llenos de condolencias. Se iban dosificando en pequeños grupos, familiares, amigos y desconocidos. Estrechado las manos, entre expresiones de duelo. Marta seguía acogida por sus valerosos brazos, protegida, resguardada de la tormenta. Siempre al auxilio de su preferida, su tío apretaba afable su menudo cuerpo.

Ante lo reiterativo de las palabras, en un acto involuntario a sus respuestas, perdió poco a poco la percepción del momento. Muy pausadamente fue articulando casi en un susurro dormido, algo sin sentido para los que a el se acercaban: > Mientras los recitaba lentamente, se le iban cayendo las lágrimas, una a una al compás de cada nombre...
Resonaban las aves, anunciando otra mañana de cielo plomizo, gris oscuro sobre el horizonte. La escasa luz de la alborada penetraba perezosa, intimidada y lenta, con sumo respeto, apenas sin ser percibida. Chirriaba la cafetera impetuosa, casi desagradable. El aroma del café recién hecho se inhalaba sin querer, el vapor se repartía uniformemente por entre las habitaciones. Marta despejaba su rostro desde el balcón. Perdidos aun los pensamientos, tras el aletargamiento del recién despertar. Recordó de forma espontánea que tendría que avisar tarde o temprano a Albert, su actual pareja. Tocaba ya despertarlos a todos, menos a Eduard, pues aun no se había dormido. Permanecía en su cuarto, levitando sobre la cama, como extraído del tiempo. Carmen iba levantando lentamente las persianas de las demás habitaciones. Sorprendió a Marta desde su rincón de los sueños. El puerto se estresa, sin cesar, en su actividad frenética de cada día laborable. Las tareas cotidianas, la mantuvieron distraída durante un tiempo.

Mientras hacia el desayuno, perdió la miraba hacia un punto infinito, arrancada del mundo, extraída en sus propias reflexiones. Había que despertar pronto a Michel, pues así se lo dejo dicho, antes de irse a descansar. Desde el salón sonaron enjugadas entre la desdicha, las ocho aclamaciones del reloj cuco. Mención a la memoria de otros sonidos que avisaban a las horas. Carmen salió unos segundos al cuarto de luz, en el otro extremo del piso. Contiguo a la puerta lateral de los trastos. Pensó en su hermana gemela, en lo que estaría cavilando tan reflexivamente. Esa telepatía que solo posen algunas gemelas le presento la respuesta frágil y de lo más sutil. Ella a sus treinta y tantos, no tenía a quien avisar con una simple llamada. La soledad no buscada, angustia que arrasa al corazón por entre una pena dura e inflexible. Volvía a presentir ese destierro incierto, incomprensible, que estaba reservado solo para su vida. El aviso de la tostadora la saco de su letargo. La esencia a pan recién tostado la araño el estomago, síntomas ávidos del apetito. Recomponiéndose, ha maneras desenvueltas, salió al salón comedor con la bandeja del desayuno. Sin apenas ruido se aproximo a la sombra del balcón, su mano se posó desde sus cabellos rubios, resbalando asta la espalda, en una caricia casi imperceptible.

- Buenos días Martita. Toma tu taza, está muy caliente, como a ti te gusta ¿Has despertado ya ha Michel?

- Aun no. Estaba pensando en mis cosas, Carmen.

- ¿Cuando vuelves a París con Albert?

- Espero que si todo va bien dentro de cinco días. No podemos dejar así a papa. Todavía no esta para afrontar solo toda esta tragedia que se nos ha venido encima.

- Yo puedo quedarme con el. ¿Ya sabes? A mi nadie me espera.

- No seas así contigo misma. Pero nos necesitará durante estos primeros días a las dos, mejor será. Hay que ayudarle como podamos de este trago. ¿Cuanto te han dado en el colegio?

- Una semana y media o dos, quince días como mucho. Tengo que ir avisando al director. Han puesto a un sustituto de mis clases. Pero no te preocupes Marta, me lo puedo llevar a Terrassa conmigo. Un cambio de aires le vendrá mejor, seguro.

- Ya veremos, deja un poco pasar el tiempo. Las cosas corren y hablan por si solas cariño. Anda, avisa cuando termines de desayunar a tío Michel. Habrá que comprar algo. Falta leche, pan y alguna fruta más, apenas hay. Aunque papa creo que solo tomará café, si se levanta. Me he desvelado varias veces, mire si dormía. No ha pegado ojo en toda la noche.

- Lo se chatilla, lo se. Espera no te vallas, te acompaño a la plaza. Espera que le ponga el desayuno a nuestro tío.

El robusto Michel dormía encogido como un niño pequeño. Toda la sana energía vigorosa que aun emanaba del, se ralentizaba entre las sábanas. Un beso suave y calido resbaló por su frente caliente, a modo del nuevo día. Al observar que ni se había inmutado, advirtió el diario de Marta sobre la mesilla de noche. ¿Que hacia allí? En el cuarto de invitados. Michel no tenía entre sus singularidades la de cotilla precisamente. Sus curiosidades derivaban por otros senderos, no precisamente ese. Una pregunta más que hacerle cuando terminara de su letargo, archivada al disco duro de la memoria.

Tomó el diario de portada lisa, totalmente azul, enseñándoselo con gesto de sorpresa a Marta.

- ¡Mira lo que he descubierto en el cuarto de Michel, no me lo puedo creer!

- ¡Pero si es mi diario! ¿Porque diablos le habrá dado por fisgonear en el? Si sabe que cada una tenemos el nuestro desde pequeñas. Pues mira el tuyo, ha ver si ha volado igualmente.

- Si, tiene gracia hermanita, tiene gracia... – Una sonrisa pícara broto manifiesta por su cara.



Michel salió majestuoso al salón, tan magnífico como siempre. Un pijama a rallas perfecto, ceñido a su talla, le proporcionaba aun ese aire apuesto, gallardo, marca de la casa. Zapatillas nuevas, típicas de andar por el hogar. El ser galán y apuesto en todo momento, era para el algo con lo que se nace, no se hace, no hay practica que valga. Apenas tenía que peinarse pues no había nada que acicalar. Solo aderezar con el peine un matojo de cabellos rubios y bien cuidados que le brotaban desde la nuca.

- Buenos días mis niñas, por decir algo.

- ¿Que, hemos descansado? ¿Ayer te costo dormirte, verdad tío Michel? ¿Estuviste hasta muy tarde con la luz encendida, no?– Marta le hizo la pregunta con retórica algo pícara y ladina.

- ¡Hay picaronas que me habéis cogido de pleno! ¿No se os escapa una verdad? Pues bien tengo mis razones bellezas, si que las tengo. Aunque más que curiosear, la cosa estaba en indagar por entre vuestras rarezas, originalidades, o como queráis dar a entender.

- ¿Y bien, que has averiguado? – Susurraron las dos espontáneamente y al unísono.

- No es que nos moleste, pero si que es raro en ti. Nunca has actuado así y ahora de repente. Bueno, que nos pica igualmente esa curiosidad natural, como a ti...

Michel se paso la grandota mano por su frente a manera de salida ocurrente, lo primero que le llegara a la mente, pues aun se encontraba algo adormilado.

- Bueno, bueno, empecemos pues. ¿Pero no es muy pronto aun? No seáis crueles. ¿Tenéis un café a mano para espabilarme?

Carmen sonrío, ágil se dirigió hacia la cocina, alegre con su desenvoltura de siempre. Mientras, Michel miro a Marta desde el sofá. El gesto de sus labios se curvó hacia arriba, en una sonrisa picarona, al igual que dulcemente comprensiva. Carmen trajo otra bandeja con café y tostadas.

- Bien, desde hace mucho, cuando prácticamente aprendisteis a hacer resúmenes en la escuela y siempre que os he tenido cerca, sin que os dierais cuenta, he seguido vuestro diario. El que hacíais juntas y el individual. ¿Porque? Lo sabéis, casi seguro. Las dos habéis nacido con ese don. Solo quería saber si habíais presentido lo de vuestra madre, solo eso. Mejor no hablar de los brotes mutuos de empatía y desde la distancia, aquellos que os dan con tanta frecuencia.

- Es cierto, tú has vivido varias ocasiones raritas junto a nosotras. Pues no, esta vez no. Tampoco lo hacemos a posta. No voluntariamente. Sale solo, como por arte de magia. Cuando nos llega, nos llega. – Comento Marta entre un suspiro, apenas le salía el aire al articular cada silaba.

- Es verdad, la más chocante fue la de aquel verano que pasamos con mama. En tu chalet de París, junto a los primos. – Carmen hacia memoria a la vez que evocaba aquel verano tan maravilloso, cuando conoció por vez primera aquella extraordinaria ciudad. Sus primeros sentidos vivos, impetuosos e imparables, el fuego encendido y disparado a toda mecha.

Las dos se quedaron petrificadas, mirándose la una a la otra, con la boca entre abierta, perdidas en la nada. >

- No me hagáis de las vuestras y decirme que os estáis contando, ya sabéis que es de mala educación hablar a vuestra manera tan extraña, tan telepática digamos de una vez, aunque me cueste reconocerlo. Esto que hacéis cuando mantenemos una conversación me puede. A partir de ahora lo tendréis presente.

- Si, lo tenemos muy presente, y tanto. – No salían de su asombro.

- De acuerdo, ahora ir al mercado, me gustaría que me acompañaseis a saludar a antiguos vecinos del Raval. De paso os quiero contar y enseñar algo. Será mejor para vuestro padre descansar y relajarse del todo, teniendo un momento de tranquilidad absoluta. Tranquilizarse un rato le vendrá bien.

- ¿Y como sabes que vamos a la compra? Que bien te has hecho el dormido. Juraría que te encontrabas en un sueño profundo cuando fui a despertarte.

- ¿Pues ya va siendo hora que sepáis de las múltiples facetas de vuestro tío, no? Que este ya retirado del todo no significa que tenga los sentidos apagados y entrenados aun. ¿Cierto?

- Cierto. Volveremos dentro una hora. Para las once estaremos aquí, no te preocupes.

> La comunicación secreta envuelta en códigos mudos paro de repente. Una sonrisa cómplice se revelo en ambas hermanas.

-¿Que os acabo de decir? Que estoy aquí y me percato ya de vuestra manera de comunicaros en silencio. – La comisura de sus labios se envolvió a si misma, enmascarando, intentando ocultar fallidamente, un leve gesto irónico.

La comunicación secreta envuelta en códigos mudos paro de repente. Una sonrisa cómplice se revelo en ambas hermanas. La puerta se cerró tras ellas, esta vez en silencio. Delicadamente, con el susto ya en el cuerpo. El también estaba lleno de sorpresas y sabían que tarde o temprano, algo importante, vital, tenía que contarles, había llegado el momento. Un presentimiento más que las invadía a forma de capricho, pero que las dejaría con ese hormigueo en el pecho, como el de siempre...

El silencio llego de nuevo a la habitación, lentamente, huraño al principio. Michel se abstrajo en sus nuevos pensamientos. Sumido en una rara nostalgia, recuerdos llenos de morriña, rememorar del frugal pasado. Tiempo donde la existencia de la vida se volvió de repente sombría, llegando a lo tenebroso. Al principio los campos relucían en verde esperanza, fuerza imaginativa libre de peligro. Sustancia inmaterial pero reforzada de la inocencia, inseparable e insaciable dicha unida a la niñez. Quedando clavada por la añoranza de tiempos mejores. Los viñedos irradiaban una luz centelleante desde lo lejos, al pie de la masía. Viento suave, cosquilleo calido, antesala próxima al verano del 36. Corriente tersa que embelezaba delicadamente la oscilación de las espigas, entre inclinaciones atropelladas, dibujando alfileres improvisados, danza cautivadora del trigo, sosiego en la campiña catalana.

A la plenitud de la tarde, entre la escalinata de la casa de campo, los libros se abrían majestuosos. Sus miles de historias nuevas, desbordaban la imaginación de la adolescencia. Tomo sigiloso un nuevo libro del estante prohibido de la biblioteca de su madre. Lo cual no podía entender, pues la novela en concreto se integraba dentro de la aventura y el romanticismo, como a posteriori pudo comprobar. Más propios de los géneros de aventuras, como “Los Mares del Sur” de Stevenson. Esta versión escrita a forma de juego o capricho entre la autora Aurora Bertrana y la colaboración de su padre el escritor Prudenci Bertrana, se realizo conjuntando las ideas con su correspondiente trama y repartiéndoselas por capítulos separados. De aquí surgió el título “L´illa perduda” (La Isla Perdida). Inédita y fresca en los panales de la cultura catalana. Datos que Michel iría descubriendo poco a poco, al encontrarlo su madre leyéndolo a escondidas en su cuarto cuando fue a darle el beso de “buenas noches”. Aun con la luz encendida su madre lejos de enojarse, se alegró de verlo con aquel regalo tan valioso para ella.

- ¿Sabes Michel quien me regalo esta novela? – le susurro su madre pausadamente mientras se colocaba a un lado de su cama.

- Creo que fue la misma Aurora, madre. No obstante os observe juntas muchas tardes en la casa del Raval. Se que erais muy amigas, al menos, durante un largo tiempo.

- Y seguimos siéndolo. Es una gran mujer, activa, extremadamente enérgica. Lo que ocurre es que ahora vive en Marruecos. Ahora visita cárceles y harenes para documentarse para su próximo libro, al que quiere poner por titulo, si no recuerdo mal, “El Marruecos sensual y fanático”. Ella en su vida personal es así, como una heroína de cuento apasionado, aventurera y trotamundos. Pronto volverá, al menos eso me ha comentado por correo.

- Recuerdo cuando me hablabas de ella. De como la apoyaste cuando se presento al Congreso de La Republica como candidata por Esquerra Republicana.

- Si, pero abandono pronto. Al salir derrotada de esas elecciones se lo pensó. Mejor, la política no es sana para nadie. En estos tiempos que corren, desde luego que no. Por eso abandonamos ambas la lucha ideológica. Cuando se convierten en doctrina y credo, atrapando a la libertad del pensamiento, es mejor desprenderse cuanto antes de dichas tareas. Además, la vida de un estadista suele estar envuelta en habilidades marrulleras. Cálculos llenos de picardía que acaban en trampas para nada recomendables. Recuérdalo mi Michel. Recuérdalo para ponerlo en práctica en tu largo camino.

De repente sonó inesperadamente el teléfono. Sacando a Michel de su largo sueño, de esa marcha atrás en el tiempo. Antes de poder darse cuenta, miro entre sus manos una foto de su madre, cuyo marco estaba humedecido. Unos surcos acuosos corrían por entre sus mejillas, sin explicarse ni pararse en recordar como habían llegado a sus manos. Se desplazo del sillón donde se encontraba para coger la llamada ya que Eduard aun seguía en su lecho aletargado. Evocando quizás, al igual que el, sus propios recuerdos.

1 Comentarios

Muy buen texto la vida en el raval la descripciones son muy buenas .
Y el protagonista Michel me gusto todo .
Pelin largo pero se lee agusto.
Saludos

13/08/12 05:08

Sigue leyendo a Rocofredo arrow_downward

Estaba Allí, Viviendo a tu Lado.
848 lecturas, 0 comentarios
Cap 5. Cerca Queda El Raval
1224 lecturas, 0 comentarios
Cap. 2. Cerca Queda El Raval.
1198 lecturas, 0 comentarios
De Amor y Sueño En El Hafa Café.
790 lecturas, 0 comentarios
Chat