Flores rojas, donde tienen que estar
en las manos de un sentimiento sin cesar;
deambula a mi alrededor un suspiro sutil;
inalado es, es cómo un fuego en el pecho
y yo estoy llena de un deseo inmortal y reo.
En lapsos, entendido en un profundo sentimiento,
su forma abrigo dentro de mi,
y bajo infames excusas hipócritas
adiestra mi placer a indecentes sortilegios.
Justamente, ello, me transporta,
remotamente del miramiento del creador,
jadeante y desgarrada hasta extenuación, a ti
a las planicies del éxtasis, hondo y desolado,
y fija mis ojos, colmados de desconcierto,
indecorosas vestiduras, mojadas de tu abstracción,
¡y la especia de tu mortífera hombría!