Vivimos entre extremos
alejados del sol
en el frío amanecer
de los inviernos
y de las cálidas
manos
que saben leer tus
pensamientos.
Puede que no sepamos
qué hacer
cuando emerge
del pozo de los deseos
aquello que
mucho tiempo atrás
otros y tú
leyeron.
Y miras alrededor
sin comprender
estas dulces palabras
que escribo
para tí
esa mujer
a la que un hombre
normal
que se parece
mucho a mí
la está siempre
esperando.