Me Buscaste y Te Solté
Dicen que lo que rápido empieza rápido acaba, y no sabía cuánto era cierto hasta que llegaste. Con tu sonrisa, tu interés, tu cariño, me sentía la persona más afortunada del mundo. Los meses pasaron y las sonrisas se incrementaron, las conversaciones de Whatsapp nunca pararon y la complicidad era cada vez mayor.
Pero como suele suceder, a veces las cosas son demasiado buenas para ser ciertas. Te besaste con otra, te confesé mis sentimientos, y los tiraste por tierra como si fuese yo la única que había vivido todo esto. Como si todo lo que pasamos y todo lo que fuimos fuese una simple ilusión.
Lo más duro no fue el rechazo, fue darme cuenta de que lo que en realidad querías era un parche emocional, alguien que se preocupase siempre por ti y te apoyase en todo lo que necesitabas. Y fue fácil superarte, porque en cuanto dejé de darte lo mejor de mi y vivir mi vida, la careta se cayó. Empezaste a minimizarme, a hacerme pensar que yo era siempre un problema, a odiar lo que una vez amaste y aún así no dejé de apoyarte.
Pasados los meses, decidí sacarte de mi vida. Llorar en el coche se había vuelto algo habitual, la ansiedad me sobrepasaba y hacía mucho tiempo que no me sentía yo misma. Fue una de las decisiones más difíciles y a la vez más fáciles que he tenido que tomar nunca porque sabía que iba a dolerte, aunque fuese de forma egoísta.
No ha habido ningún día en el que me haya arrepentido de tomar esta decisión porque mi vida solo ha ido a mejor desde que te dejé ir. Y no importa que sigas intentando minimizarme, que crees situaciones en las que creas que puedo sentirme incómoda, que me margines, porque con cada acción se te cae un pedazo de la careta.
