Las palabras duelen. Muchas de ellas ni siquiera son ciertas, algunas no tienen sentido alguno, otras embaucan y engañan al descuidado, muchas ofenden y revelan la verdad, pero absolutamente ninguna carece de significado.
También son el único refugio de la persona, ese tramito a un sentimiento ambiguo que te puede elevar al cielo y hacer que caigas de morros sobre el barro. ¿Qué seríamos sin ellas? Nada. La comunicación es uno de los pocos métodos para alejarnos de la locura, de la soledad y de la completa desolación.
Pero, ¿valen la pena?. Puede que dependa de la persona que las pronuncie. Puede que sean solo un mero atisbo de virtud. Puede que no supuren el dolor del indigente. Puede que asciendan al embaucador a la cumbre. Puede que simplemente sean una necesidad.
Lo único que se es que yo ya me he cansado de ellas. Escucharlas sin mérito. Escucharlas y no oír nada. Escucharlas y desearlas no haberlas oído, desear que no exsistieran. Escucharlas y saber que nada a cambiado. Es deplorable.
Completamente de acuerdo contigo. Me gusto.
Pol.