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El Negro Macuá - Zarabanda, Asegura Los Caminos, la Liberación (cap. 5)

Afligido, le dije a Macuá:
- ¿Qué sucedió?
- Una vez a salvo del peligro, dispusieron todo para permanecer en el claro del monte, finalizar la tarea, para luego retornar a la hacienda, contestó Macuá, a la vez que recomponía la voz bebiendo agua…

Pasaron siete años desde ese momento, por este entonces mi abuelo contaba con 28 años y se ocupaba de secundar a su Vovó casi en todo.
Este, muy senil, observaba orgulloso a Zezinho convertido hoy en su entendido sucesor.
Un día le dijo:
- Zezinho, es preciso que regresemos al monte muy pronto. Te revelaré otro de los misterios que debes dominar. Con esto concluyen mis enseñanzas, luego quedarás liberado a tu propio criterio para guiar y proteger a tus hermanos, misión marcada por Nsasi cuando llegaste en ese barco negrero.
- No me digas así, yo siempre estaré a tu lado para cuidarte y ayudarte en todo lo que necesites.
- Yo lo sé, hijo, lo sé. Pero entiende que es muy importante cumplir con cada paso y en su momento oportuno. No es capricho de este viejo…
- ¿Volveremos nuevamente hasta el arroyo? Bien sabes que los emplumados se han estado acercando peligrosamente a la hacienda para saquear nuestros alimentos.
- Sí, eso también lo sé pero, al igual que la vez pasada, es inevitable que vayamos solo tú y yo. Iremos hasta el claro del monte, no nos internaremos más lejos, confía en mí. Ya el amo está sobre aviso, así es que mañana, en cuanto se ponga el sol, partiremos.
Al atardecer del siguiente día, Zezinho vio acercarse a Vovó casi doblado por el gran fardo que cargaba, gritándole:
- ¡Ayúdame! ¿No ves que no puedo con tanto peso? ¡Ni mis rodillas ni mi bastón me soportan!
Mi abuelo corrió en su ayuda preguntándole:
- ¿Pero qué es lo que traes aquí que pesa tanto?
- Basta de tanta preguntas, cárgalo y encaminémonos ya al monte que se nos hará tarde.
Y así emprendieron la senda, embebidos en una charla colmada de interrogantes por parte de Zezinho, curioso por saber qué misterio le develaría su Vovó, Éste, a su vez, trataba de contenerlo distrayéndolo con comentarios triviales de lo que el paisaje les ofrecía para infundirle confianza y tranquilidad.
Al arribar al claro, por fin Zezinho pudo deshacerse de la pesada carga y al intentar abrir el fardo el anciano lo detuvo categóricamente:
- Deja la ansiedad, hijo! Primero lo primero, acondicionemos este lugar para el tiempo y el cometido para el que vinimos.
- Está bien, Vovó. Perdona mi curiosidad…
Procedieron entonces a armar una fogata, plantaron antorchas para iluminarse y fue cuando Vovó comenzó a disponer, ordenadamente, el contenido del acarreo que habían traído.
Zezinho estaba boquiabierto, cada elemento que el anciano extraía lo maravillaba e intrigaba intentando tocar cada uno de ellos pero Vovó lo impedía casi regañándolo como a una criatura. El celo con que resguardaba aquellas pertenencias era casi místico.
En cierto momento, se escucharon sonidos cercanos que asustaron a mi abuelo. Vovó le indicó que se dirigiera hasta un frondoso árbol situado a unos veinte pasos del campamento. Zezinho, con los ojos desorbitados por el miedo, le dijo que él no iría.
Jocosamente, el viejo lo instó a no ser tan temeroso e ir por algo que sus hermanos de la barraca habían dejado detrás de aquel árbol a pedido suyo.
Herido en su orgullo, Zezinho dirigió sus pasos al lugar de donde provenían los ruidos, encontrando allí una jaula con aves que acercó al fogón.
- Hijo mío, ven que te voy a explicar el destino de todos estos elementos que hemos traído. Con ellos conformaré una fuente de poder donde habitará el espíritu de Zarabanda que es quien va a asegurar todos los caminos que emprendas. Esto que te revelo es sólo para tu comprensión y porque eres mi elegido para sucederme, mas ten en cuenta que se deberán manejar estos conceptos bajo un velo de misterio en virtud de que, quien enseña todo lo que sabe, se pone a merced del que lo aprende.
Y continuó diciéndole:
- A este espíritu, como a los demás, deberás cuidarlo y sustentarlo como te he enseñado para contar con ellos en todo momento.
- Tranquilo, Vovó, eso lo tengo muy claro.
Mientras conversaban, el anciano por su lado, iba dando forma al “contenedor” de Zarabanda mientras que Zezinho, por el otro, preparaba las aves que los alimentarían.
Una vez culminada la tarea de Vovó la depositó a un costado y así se dispusieron a comer alrededor del fogón en amena charla y en espera de la medianoche.
La agitación crecía a cada instante en la mente de Zezinho que sentía como que el tiempo se hubiera detenido. No veía la hora en que, por fin, su querido padre adoptivo le revelara el secreto tan guardado.
Llegado el esperado momento se dirigieron al árbol de tronco hueco. El viejo entregó un presente frente a las vasijas que allí estaban resguardadas. Hizo que mi abuelo clavara el bastón de “Nsasi” en la tierra junto al árbol colocándole, a su vez, un presente a su espíritu guía.
Luego, ambos con sus bastones trazaron un círculo alrededor de ese árbol donde Vovó comenzó a recitar unas palabras que hacía repetir a Zezinho.
Inmediatamente, cada quien con su bastón y con la guía de Vovó, garabatearon unos signos en el suelo.
A lo que continuaron las siguientes sentidas palabras del viejo:
- Hijo, ya estás unido al espíritu de Zarabanda, ya eres libre de caminar tú sólo…
Ambos se fundieron en un fuerte abrazo.
Volvieron a sentarse junto a la fogata, pensativos los dos, y siguieron hablando hasta quedarse dormidos.
Con las primeras luces del alba se despertaron repentinamente, por voces y ruidos a su alrededor: eran los emplumados amenazantes con sus arcos y flechas.
El pánico los invadió. Zezinho estaba paralizado, pero el anciano, con inusitada vitalidad y agilidad tomó su bastón violentamente con el que golpeó tres veces la tierra. Un extraño temblor invadió su cuerpo, su negra piel brillaba como la de una pantera y sus ojos despedían destellos que iban desde el amarillo hasta el rojo, como llamas de fuego.
En ese preciso instante, una insólita ventisca se elevó desde su propio centro, girando en una suerte de fuerza concéntrica que impelía ramas, hojas y polvo, alborotando a los animales del monte que emitían sonidos de alarma.
Los emplumados, atónitos, veían a un animal embravecido. Comenzaron a lanzarle sus flechas pero ninguna llegó a destino, increíblemente todas fueron desviadas por la fuerza de la ventisca.
Desconcertados, comenzaron a retroceder sin saber cómo enfrentar tal fiera.
De pronto sintieron que la ventisca se aplacaba y al voltear vieron que el salvaje animal había desaparecido y, en su lugar, yacía el cuerpo sin vida de Vovó.
Zezinho se lanzó desesperado sobre su maestro tratando de revivirlo y en ese preciso instante sintió un terrible golpe en su cabeza y la oscuridad total…
Shangobakun20 de enero de 2009

2 Comentarios

  • Danae

    Vuelves a permear de encanto y hechizo el relato, con ese traspaso de poderes de Vov? a Zezinho, esa ventisca embrujada, y dejas en suspenso la historia de lo que acontecer? tras la muerte de Vov?. Muy bien estructurado. Sigo enganchada al relato, espero tu pr?xima entrega, un abrazo

    25/01/09 02:01

  • Nemo

    Muy bueno!... los acontecimientos van encajando uno tras otro muy bien...
    En espera de lo que sigue:..
    Saludos Shango..!!

    09/02/09 04:02

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