Íbamos sin frenos,
con ganas,
y sin miedo.
Sin cordura,
con locura.
Íbamos a toda velocidad,
y nuestro destino era,
chocar.
Por lo menos, ambos teníamos
la certeza de que,
al caer estaríamos agarrados,
de la mano, y abrazados
para que no doliese tanto el impacto.
Y así fue.
Es lo que pasa
cuando vas a lo loco,
sin pensar.
Podrías haberme abrazado más fuerte,
para que no me llevara yo el golpe más doloroso,
y así, caer los dos.
del mismo modo.