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Capítulo 10: Herida de Guerra

Todo ocurrió demasiado rápido.
Sentí miedo. Pánico, más bien. ¿Quién me mandaba meterme en aquellos líos?
Sin previo aviso, Samuel se abalanzó sobre Will, pero antes, como un acto reflejo, me puse en medio. Jamás había sentido tanto dolor, lo único que vi entonces fue una mancha roja en mi camiseta azul cielo y después… todo negro.

Desperté en una cama que no era la mía, en un piso que tampoco era el mío y temía hasta estar en el otro mundo, pero por suerte vi a Will entrar en aquella habitación extraña para mí. Al intentar levantarme, sentí un agudo dolor en el abdomen. La herida era un corte de unos tres centímetros y bastante profunda.
- No te muevas, ¿no ves que estás herida? – me dijo mientras corría a mi encuentro. Se sentó en la cama y me acarició la mejilla. Su mano, como siempre, estaba lo menos a tres grados más que mi pálida y fría piel. Totalmente opuestos.
- ¿Dónde estoy y qué ha ocurrido? – inquirí hecha un manojo de nervios.
- Tranquila, estás sana y salva en mi casa. Samuel iba a por mí pero te pusiste en medio. Tu estúpida heroicidad te ha salido cara, mira que eres bruta.
- Pero, ¿cómo me pudo hacer tanto daño? Samuel es una persona, puede que algo fortachón, pero esto es inhumano. ¿Cómo saliste de allí, por cierto?
- ¿Y quién te ha dicho a ti que es una persona? Todo lo contrario, diría yo. Es un sabio, nunca lo olvides. Y salí de allí gracias a Hiela y Luna. Sobretodo Luna, estaba que echaba humo al ver como te había dejado aquel bestia y le cegó. Hiela me llevó luego por la parte de atrás y pude huir contigo a la espalda.
Me sonrió y pude ver que tenía el labio partido. Qué mala pinta tenía, la verdad. Le acaricié y se dio cuenta en loo que me había fijado.
- Nicanor también se enteró de que salía contigo y en cuanto me vio, ¡zas!, una leche que me tiró para el suelo – me explicó. Pero algo que había dicho me hizo muy feliz.
- ¿Entonces, es oficial? ¿Por tu parte y por la mía?
- ¿Qué?
- ¿Somos novios, salimos?
- ¡Pues claro! Que cosas tienes, si eres la primera y única persona que debe quererme – me dijo dándome un beso.
- No creo, en clase eres el premio gordo, digamos.
- ¿Crees que me importa el instituto con todo lo que estamos pasando? Sinceramente, no. Cambiando de tema, debes tener hambre, así que voy a preparar algo.
- Oye – le detuve -, ¿lo estaremos haciendo bien? Quiero decir, somos distintos, de diferente bando.
- No digas eso, eres lo único que me queda. Si te vas me suicido.
- No exageres, pero… - no me dio tiempo a acabar la frase, porque las palabras se detuvieron con un beso, muy pero que muy largo e intenso. Eso debería haber significado “calla” o “ni un pero”, aunque a mí me pareció un “porque te quiero”.
Se marchó a la cocina a preparar la merienda, o la comida, o la cena, porque no sabía qué hora era.
Me puse a hurgar en los cajones que tenía a mi alcance, pues quería conocerle y, además, me aburría mogollón. Fisgando me encontré MIS cartas. “¿Hay algo que no sea este chico? ¿Sería también Superman o Spiderman?”, ironizaba.
Volví a guardar las cartas en su cajón correspondiente y me levanté a pesar del dolor. A los cinco minutos Will ya estaba en la habitación con una bandeja repleta de comida.
- ¿Qué te pasa? Tienes mala cara. Y no deberías estar levantada, estás herida – me dijo viendo mi enfado.
- Verás, cómo explicarlo… ODIO los misterios y las falsas identidades, qué quieres que te diga – era la verdad. En Literatura, cuando nos mandaron leer Agatha Christie, me tenía que leerme el final primero porque no me aguantaba sin saberlo.
- Pero, ¿de qué me estas hablando?
- ¡Las cartas, Will! ¡Las cartas! – le grité. Puso mala cara y me acerqué tanto a él que nuestros rostros casi se rozaban - ¿Me comprendes ahora?
- ¿Sabes lo que es estar toda tu vida sin nadie? No era capaz de contarte nada cuando te conocí porque estaba desacostumbrado o algo por el estilo. En el orfanato no tuve amigos y ahora aunque le guste a medio instituto, no se puede llamar amistad. Decidí mandarte las cartas para que me fueras conociendo, las historias eran mis pensamientos, mi vida en algunos.
Comencé a llorar y me apoyé en su hombro.
- ¿Por qué nos tocó esto? Encima tú ya tenías una mierda de vida, ¿quién es el idiota que decide que vida nos toca? – me desahogué.
- Mira el lado bueno, si no nos hubiera pasado esto de las piedras y los poderes no nos conoceríamos y yo estaría a diez mil kilómetros de aquí, al otro lado del océano.
Me animó bastante pero aun tenía rabia y tristeza por dentro. Ojala fuera tan optimista como Will.
- Oye, voy a invitar a Inés, a ver si te animas, y come algo.
A los diez minutos, llamaban a la puerta.
- ¡Ya abro yo! – grité y corrí a la puerta, que encontré de milagro.
- ¡Sam! – me dijo Inés mientras se abalanzaba sobre mí.
- Hola, Inés, cuanta alegría.
- ¡Estoy feliz por ti, por Will, por todo! – gritaba y movía sus cabellos -. Porque fin tienes novio, querida amiga. Ya te dejó la inocencia y por suerte con una buena persona. Por cierto, vaya guay que los dos tengáis poderes, parecéis superhéroes de Marvel.
- Tranquila, vas demasiado rápido, ¿no crees? – apareció Will detrás de mí.
- ¡Hola! – exclamó Inés. Después nos fuimos al salón y nos sentamos. – ¿Me dejáis ver esas piedras? ¡Por favor!
- Vale, vale. Pero deja de gritar. Tanta alegría me esta volviendo loco – dijo Will y sacó del bolsillo del pantalón una piedra redonda y roja como el rubí con un sol en medio. Entonces Inés le miró a los ojos y me di cuenta de que no llevaba las lentillas.
- Vaya ojos, dan miedo – dijo ella extendiendo el brazo para coger la piedra.
- Ves como si dan miedo, Sam. Ahora mismo voy a por las lentillas – me dijo Will.
- A mí me gustan, no te las pongas – imploré. Will se volvió a sentar mirándome de reojo. Hice como si nada y le di mi piedra a Inés.
- ¡Vaya chulada! Tienen distinta temperatura y todo.
- Dejame ver – le dije. De eso si que no tenía ni idea. Al coger las dos a la vez, noté que la de Will me quemaba la mano y se las pasé rápido.
- Toma, toma. La tuya estaba helada, no sé cómo la puedes llevar al cuello.
- Ni yo sé cómo puedes tocar esa sin reaccionar – le contradije.
- Venga, no os peleéis – nos dijo Inés. Entonces me sonó el móvil. Era Hiela.
- Ven rápido, por favor, Sam. Luna, a parte de muy preocupada, está fatal – me dijo -. Trae a Will si quieres, Samuel no le va a hacer nada, pero ven.
- En cinco minutos estoy allí.
- ¿Qué ocurre? – me preguntaron al unísono.
- Tenemos que ir al local. Luna está muy mal. No sé qué pasa, pero parecía urgente. Y tranquilo, Will, Samuel no te va a hacer nada.
En cuanto les dije esto nos pusimos en camino. ¿Qué más tenía que pasar?


Sobras01 de diciembre de 2008

4 Comentarios

  • Purple

    no s? c?mo lo consigues pero jooo tia que envidia... escribes muy bien, genial, super chulo, expl?dido.. jiji es verdad de la buena... sisi.. bueno chausss

    02/12/08 03:12

  • Sobras

    gracias! Hago lo que puedo.
    Besos fiera!

    02/12/08 06:12

  • Diesel

    Hola Sobras. Pues das misterio al relato y pones entusiasmo yt facilidad de l?xico. As? que s? que te digo que estoy siguiendo tu narraci?n con mucho inter?s. Bueno, preciosa, que si que escribes muy bien y un besote amistoso y sincero. Eres talentosa.

    02/12/08 08:12

  • Fantasiia

    Esta muy interesante!
    Haver cuando pones otro capitulo que estoy impaciente por leerlo.
    Un besiito

    Xao.

    08/12/08 01:12

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