Capítulo 4: Luna
31 de octubre de 2008
por sobras
Desperté con dolor de cabeza por el
exceso de información recibida anoche. Todo lo que Hiela me había
contado parecía irreal. Un sueño, pensé. Salí muy temprano, sobre las
8, por lo que aun era de noche. Iba a dar un paseo, pero qué tonta fui.
Cómo no, Hiela ya estaba allí, con su mirada fría y semblante
impenetrable.
- Venga, vamos me dijo.
- Lo primero,
buenos días; lo segundo, ¿qué?
- Han detectado indicios de
poder de luz a las afueras de un pueblecito...
- Pues qué bien
la corté, como de costumbre- ¿Cuál es? Hay muchos por aquí cerca.
- Si alguna vez dejaras de interrumpirme te podría haber dicho que
el pueblo no está tan cerca si no en...
- ¡Cómo que te
interrumpo! La culpa es tuya que haces las frases demasiado largas. Dudo
que te haya inventado yo, pues no te pareces en nada repliqué.
- ¡¡Pero te quieres callar!! Mi tranquilidad a tomar por saco me
espetó soltando un bufido Como iba diciendo, el pueblecito está cerca
de Ottawa.
-Cerca de Ottawa. Tú flipas. De donde quieres que
saqué dinero para ir hasta allí si no tengo ni para un taxi que me lleve
hasta el aeropuerto.
-Tranquilízate, ya tengo los billetes de
avión que paga la Orden.
-De acuerdo. Pero antes voy a avisar a
mis padres de que voy a pasar el día en casa de Inés.
-Di que
te vas a quedar a dormir porque no llegaremos hasta las ocho de la
mañana.
Cogí el móvil y llamé a Inés. La desperté, pero en
cuanto le dije que era una emergencia y que luego se lo contaría todo,
aceptó.
- Pero todo, todo, ¿eh? y me cortó. Ya tenía
coartada, así que ya me podía ir al otro lado del océano.
* * *
Llegamos al aeropuerto de Ottawa a las 8
de la tarde, hora española. Según me dijo Hiela allí aun eran las 11 de
la mañana.
- ¿Sabes por dónde ir? le pregunté pues tenía
mucha prisa. Tendríamos que estar en España a las 8 si no quería que mis
padres sospecharan nada.
- Sí.
Nos adentramos en el
bosque y estuvimos caminando media hora hasta que llegamos a un claro.
En el centro, agazapada, había una niña que en cuanto nos oyó levantó la
vista. Entonces pude verla. Era hermosa, pura, clara. De raza albina,
tenía el pelo blanco, facciones finas y unos ojos claros, casi sin
color, pero algo enrojecidos por haber llorado. Ella desprendía luz por
si misma.
- Hola la saludé. Ella no pareció comprenderme y
entonces me di cuenta. ¡Estábamos en Canadá y allí hablaban inglés!
Hiela fue más inteligente y rápida que yo, le habló en inglés. La niña
si que comprendió en ese momento. Y nos contó su historia.
Se
llamaba Luna y vivía en una casa a las afueras de un pueblo cerca de
Ottawa. El día anterior tenía que ir a casa de una amiga y llegaba
tarde. Pensó que ojala fuera muy rápida. Y sucedió; en menos de un
segundo ya estaba frente a la casa donde vivía su amiga. A la vuelta a
casa, sobre las diez de la noche, veía un resplandor donde se suponía
que estaba su hogar. En cuanto llegó lo vio todo. Su casa estaba en
llamas y sus padres dentro. Oía sus gritos, sus llantos. Lo más extraño
era el chico que estaba en frente de la casa. Lo único que Luna pudo
apreciar de él era que tenía los ojos rojos y le caían lágrimas por las
mejillas. Ella lo que quería era estar lejos e ir rápido. Y al segundo
ya se encontraba en el claro.
Luego le tocó el turno a Hiela.
Le contó la misma historia que a mí, o al menos eso supuse porque me
quedé dormida un buen rato.
* * *
Llegamos a España a las 8 de la mañana. Hiela y yo le habíamos
enseñado algo de castellano a Luna en el vuelo.
- Voy a ir a
hacerle los papeles a Luna me comentó Hiela.
De acuerdo yo me
voy pitando al instituto. ¡Hasta luego!
pobre luna.... y escribes que da ganas de seguir y no despegar la vista de la pantalla??
chaosss