Cuando los acaudalados compraban rayas de vidas y sonoros cañones para amedrentar a la gente, saltó el pan y nos dejó al acecho del hambre. Es entonces que vendí mi inteligencia a los zopilotes estancados en la ignorancia y perdí la noción de la realidad.
Si más no recuerdo, estas mismas causas son las que te quitaron la vergüenza. Vendiste a tu hija antes que a ti. Luego la revendiste y hasta llegaste a rentarla por días. Creo que en el fondo de mi locura, algo me sabía mal, pero la perdición no me dejó reaccionar como debía.
Sacaste mis cosas de la casa y las incendiaste a media calle, en aviso claro de jamás regresar. No regresé ni para pedirte un escupitajo.
Luego de meses, algún borracho me llevó al borde de la asquerosidad. En una marquesina que yo ya no recordaba, pagó lo que apenas cubriría un centímetro de moscas. Pagó por mi hija, invitándomela, saciándose ya sin inocencia con su mano. No sé qué hice para no enfermarme, sólo regresar con un nudo de odio en la garganta.
debes tener el estomago fuerte, ese tema me pega mucho, no lo soporto, no se porqué, bueno creo que a todos, debes tener valor para escribir de esto, escelente texto, te seguiré, saludos.