Es muy necesario hablarnos con la voz fuerte; también lo es lastimar los oídos con las palabras más hirientes. Al divorcio, que es el infierno, vamos enloquecidos, y ese niño mantiene su esperanza por el simple hecho de ser un mortal ignorante.
Todas las horas despiertos para vernos con más odio al tratar de nivelar el hundimiento de nuestros sentimientos. Mis ojos ya no son los mismos, ni mis manos desean tocarte suavemente. Creo en dios, y creo en su furia.
Esta vez pensé en tu camino a medianoche cargando al bebé, y es que tu rutina es escapar de los problemas y dejar que se pudran hasta que creas conveniente aparecer sin vergüenza, como puta, con uno y con otro calor.
No te fuiste, no te has ido nunca, pero tus mentiras son ya cosa diaria. Me juegas infidelidades en casa, en mi cama, pero sigues aquí, entre estos muros. Creo que no huyes porque no tienes modo de vida y, a veces, creo que no lo haces porque es más fácil ser puta en un domicilio.
Precisaste mis respuestas con tu orgullo, el que heredaste de tu madre. No te he sido infiel, pese a esto, porque yo sostengo lo que digo y cazo a quien se burla de mí.
