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El Final para Descansar (2)

El cielo aun estaba opaco a la lejanía de los ojos de Antonio, las calles como de costumbre permanecían silenciosas al principio, serian ya como las cuatro casi cinco de una mañana fría y acechante de murmullos e incógnitas. Se había detenido a pensar que todo era como desvendarle los ojos a un puerco que podría estar consciente que lo crían para luego llevarlo directo al matadero, pero la pregunta era ¿a cuántos de ellos esa venda se les desapareció? No sería fácil y menos aun decidir qué hacer, debo calmarme y salir como si nada y volver a como todo era antes, no conozco a ese joven ni se de alguien que sepa de él, no sé si quiera si vendrá de nuevo a ver el fruto de sus actos o por lo menos saber en donde se encuentra. Ya estoy muy viejo para la gracia de creerme defensor de algo, ya son tiempos de locos y tal vez sea que me volví cobarde o tal vez ya me acostumbre, muy deprimido me siento ahora.

Sin mas tardar Antonio salió de su hogar, su mirada la mantenía alta como un roble, quizás, no quería perder la cordura ante las demás pesimistas expresiones de envejecimiento, abrumación, cansancio y tonalidades grises de tristeza ya que, hace mucho que esa gente no tenía motivos para sonreír. El cielo pudiera estar lleno de nubes y de un sol incandescente derramando perfumes directamente de los arboles pero nada cambiaba las expresiones que trataba Antonio de que no lo embelesaran y cayera en ese hoyo de depresión en que jamás volvería a salir.

Fuera de todo aquello, la luz alumbraba a las ventanas de los edificios que reflejaban irregulares ondas encegueciendo muy poco al caminar, puesto que la mugrosidad no era de importancia o era de total irrelevancia para lo que al final ellos hacían en ese lugar. Lo que si era importante eran las bocinas instaladas en los altos postes en cada punto estratégico de Pueblo Chico con el fin de que el gobierno de ciertos discursos a la población.

Decía la gente que, Hace muchísimo tiempo cuando esto comenzó, las disputas sobre el poder eran y venían de distintas direcciones, todo era producto de una mala estructuración que fue creciendo y creciendo volviéndose todo más complicado así que lo que era así seguiría existiendo pero lamentablemente al pasar los años la gente dejo de saber exactamente el porqué o como se decidieron tales acciones, ¿Quién asigno esto?, ¿Por qué hacemos esto? se preguntaban con tal intriga hasta el punto que se les olvidaba y lo que hacían era cumplir con la monotonía como todos los demás.

El padre de Antonio realizo la arduosa tarea de explicárselo todo: Aquella tarde fue domingo, había atardecido ya a tal punto de que las luces en las calles estuviesen encendidas, el discurso acaeció en el centro de Pueblo Chico a un llamado de todos los que estuviesen ejerciendo alguna labor o no, estando reunidos al fin decía así: me veo obligado a ejercer ciertas normas, solicitando la ayuda de cada uno de ustedes ya que por lo visto no seguirá siendo por igual, hemos caído en cuenta de lo esencial y de lo oportuno, así que todo hombre o niño capacitado para trabajar deberá hacerlo con el fin de mantener a sus familias y conservar el orden secuencial de la adquisición o el consumo. Prosigo, las mujeres pasaran todo su tiempo asistiendo y no manipulando trabajo forzado. Dicto las normas únicas y exclusivamente a las mujeres para la mayor claridad y entendimiento de lo que les toca. N°1 Toda mujer cumplirá su puesto en el hogar que las mismas eligieron para abastecerse de techo y comida, cumpliendo con darle las atenciones a sus hijos y a su marido. N°2 Toda mujer se le permitirá salir de su hogar con el solo objetivo de la localización de la comida, utensilios de higiene y medicinas etc. En los mercados estipulados para la buena organización. N°3 Toda mujer tendrá las vestimentas apropiadas como utensilio adecuado en cada hogar, estará altamente prohibido el uso de pantalones y zapatos, estarán permitidos vestidos largos y sandalias, deben hacerles sentir a su marido a la mujer que tienen en casa de la cual depende la disminución del desorden y quehaceres. Final del dictado, me retiro.

Hijo, habrá quien aplauda la virtud de la ignorancia o tal vez habrá quien diga que hace falta un poco de eso aunque no sepa de qué habla. A todos nos dolió que fuese algo obligatorio, ya que desde antes, nosotros los hombres siempre habíamos sido trabajadores pero las que más límites obtuvieron fueron las mujeres, semejante sumisión o humillación de solo servir esclavizadas. Pero la rendición y la aceptación, les hizo pensar que sería por un corto periodo de tiempo o que habrá alguien que posteriormente las sacara del ahogamiento involuntario de sus cuerpos esbeltos, sus brazos y muslos enormes, cabellos rubios y castaños, cortos y largos, altas o de pequeña estatura, pero aun faltan las de edad más avanzada que no les quedo más que acoplarse a ese nuevo ritmo.

En pueblo chico las ocurrencias de los días estaban cada vez mas calladas o rezadas para sí mismas, manteníamos toda la cordialidad como nos habían ordenado y cumplíamos con cada una de las normas. La episódica visualización de nuestras vidas pasar por nuestras mentes era prácticamente como trabajar la mano de obra en el campo para recolectar cultivos, y me atrevo a decir que para todos fue así. Para ellas era que en vez de disfrutar cada día de sus familia y de sus propias casas era mirar su condición de viejas por cada dolor de espalda o artritis que podría producir un desaliento inmediato y las ganas impulsivas por querer llorar y preguntar entre sollozos, ¿en qué se ha convertido este mundo?

¿Viejo hasta cuando soportaremos esto? Me preguntaba tu madre, mírame a mí y a tu hija, mira su futuro como se le suprime a la mala generosidad de levantar una taza, lavar unos platos o trapear el piso, solo son simples labores, y así le respondí yo, te juro por estas manos y estos ojos apagados que tampoco quiero vivir así, yo estoy tan fatigado como tú y ahora el dinero que me gano ciego de lo mismo en este mundo moderno de ahora es el que nos da para comer y para los gastos generales que vienen y van. Le agarre la mano y le di un pequeño beso, la mira y le acaricia la cara al ras de mis dedos y le digo, tristes y esperando un poco de esperanza estamos todos los que conocimos la poca igualdad que hubo un día, fue aquella, aunque se viera escasa por uno u otro ciudadano que las incumpliera de vez en cuando, pero tarde o temprano nos respetábamos y la división, que me atrevo a decir, de trabajo actualmente no estaba, todo era de igual forma, pero ya estamos demasiado viejos, con la mente y el habla cansada para ser yo quien me alce contra el gobierno o tú.

Continuara...
Sofia0914 de enero de 2016

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