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Lie

Como el insomnio me tiene de costumbre, a las 4:00 A.M, me metí a la cama y cerré mis ojos buscando conciliar algo de sueño. Pareciera que sólo di sólo un pestañeo pues abrí los ojos pasado unos segundos y me vi tendida sola, en una fría calle de asfalto. Estaba descalza, tan sólo llevaba puesta mi ropa interior y un chaleco holgado abrigando mis hombros.
Levanté ligeramente la cabeza, confundida, y como si me pesara volvió al suelo y mis ojos se cerraron. Aquella calle se me hacía familiar, ya había estado allí antes. Se sentía húmeda, como mojada por el rocío y había bastante niebla al rededor así que supuse que era de madrugada.
Abrí los ojos nuevamente y estaba de vuelta en mi cama, cálido al rededor, era de noche aún pero me encontraba en la misma posición que en la que me vi anteriormente, en la calle.
Me senté en la cama rápidamente, algo intrigada por el pequeño viaje mental que había realizado. En realidad me supo tan real que parecía haber sido más que un sueño.
Cogí el vaso de agua que me acompaña cada noche, desde que la cama no comparto con nadie y pareciera que la soledad me seca la garganta, y lo bebí como para refrescarme y volver a la realidad.
De pronto logré percibir una música, que adornó perfectamente mi nostálgica noche, por cierto, y que por alguna razón me apretaba el pecho cada vez que la escuchaba.
En cuanto se me contrajo el corazón con ella, fue como si aquel latido me hubiese arrojado de espalda a la cama nuevamente, con los párpados inmensamente pesados sobre mis ojos.
Paso un minuto y abrí los ojos. Me encontraba allí de nuevo; Con la niebla, la calle húmeda, y el viento moviendo los árboles que se podían ver al rededor.
Me asusté y cerré los ojos fuertes como buscando provocar un viaje de regreso a la realidad, pero nada sucedió. Un poco perpleja, sin comprender bien cómo había llegado a ese lugar, me puse de pie.
Sabía que había estado allí antes. Vi la banqueta verde medio deteriorada, los árboles y el césped a los lados, la calle de asfalto bajo mis pies, y al otro lado su casa.
No había persona alguna en la calle, ni un perro callejero, sólo la brisa de la mañana. Y no era cualquiera, era de aquellas que te envía el mar, aquellas que pareciera que trae algunas gotas de él con historias en ellas.
Parecía que la tierra estaba vacía y todos habían desaparecido. Sin embargo, la casa emanaba una especie de calidez, de vida y sabía que estaba allí.
Ya que me encontraba en aquel lugar, pensé en acercarme y tocar la puerta. Después de todo, si había llegado allí de manera tan mágica, no podía desperdiciarlo.
Tenía la oportunidad de ver su rostro una vez más. De oír su voz, de sentir su presencia.
Iba a tocar la puerta cuando noté que ésta ya estaba medio abierta. Intenté ver hacia adentro por si veía a alguien allí, pero estaba oscuro. Toqué suavemente entonces y la puerta sólo se abrió.
Entré sin pensarlo más y comencé a caminar, no conocía perfectamente el interior, así que sólo aposté a la suerte y comencé a abrir puertas.
La primera era de una habitación donde ya había estado. Había una colcha dentro, en el suelo, sin catre, sin sábanas. Sólo en el suelo. Y sobre ella... un recuerdo.
El dolor me apretó la garganta y salí rápidamente de allí. Evité dos puertas, no sé por qué, abrí la siguiente con suavidad.
Un haz ligero de luz naranja similar al que brinda un atardecer, salió de inmediato por el espacio que se hizo entre la puerta y la pared. Un aroma se asomó y rodeó mi nariz. Cerré mis ojos, respiré profundo... Y sólo sentí... paz. Y un par de lágrimas que rodaron por mis mejillas como por inercia.
Abrí los ojos, avancé para entrar a aquella habitación, y allí estaba.
Soledadgris12 de enero de 2016

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