TusTextos

No Me Alcanzaron Las Letr...

Es mi tesoro más preciado, la luna que hace tenues todas mis noches y el sol que permite que permanezca todo vivo aquí. Mece mi alma cada anochecer y me ayuda a entrelazar mis pestañas para perderme en el sueño más dulce.

Cuando cae la mañana y temo despertar en la decepcionante realidad de que todo sólo un viaje al mundo onírico, me abre los ojos con sus besos en mis párpados para que lo primero que vea al comenzar un nuevo día, sea su sonreír.

Un día alguien congeló su alma para guardarla sólo para no sentir la soledad que llevaba años cultivando. Envolvió su corazón en el frío de la falsedad y la inconsistencia de una mentira. Rió frente a su pena y se burló de su sonrisa sincera y de sus brazos que siempre estaban abiertos. Hasta que en un momento, sus lágrimas se petrificaron dentro de su ser. Tan rígido se volvió, que a cada latido de su destrozado corazón, se hacía más pequeño hasta parecer inexistente y sin valor.

Así lo encontré hace un tiempo, sucio y congelado. Lo cogí entre mis manos para ver si algo podía hacer con su cuerpo ya que sentía un leve calor que provenía de su interior. Acaricié su rostro... era tan hermoso que me costaba comprender la maldad que puede llevar a alguien a dañar la hermosura de esos ojos, que vagaban perdidos en un universo que había construido dentro de sus mismas pupilas. Cuando al fin realizó un movimiento, me observó con frialdad y me alejó. Me aclaró que provenía del hielo, que siempre había pertenecido al suelo, que la suciedad lo acompañaba desde que tenía memoria y que nada podría cambiarlo.

Mis ojos recorrieron cada milímetro de su cuerpo mientras hablaba con tanta seguridad, cubriéndose con sus manos ásperas como si yo pudiese dañarlo con la mirada. Pasé horas, días y meses sólo allí, sentada a su lado observándolo. Poco a poco, sus músculos se relajaban, su piel se tornaba de color y se le desprendían trozos de hielo de su cabello.

A medida que avanzaban los días y mi contemplación se profundizaba hacia su alma, logré desnudarle. Cuando retiré las primeras capas de piel seguía encontrando más frío en su interior, heridas, tierra y cicatrices. Continué con temor a lo que podría encontrar, el olor que emanaba su cuerpo era putrefacto, sólo había dolor, angustia, pena... Cuando ya no había frío que me alejara y sólo fango en su piel, desprendí éste último y pude ver su mirada tornarse tan diferente. Estaba indefenso, sin protección ante mi, como un pequeño ser suplicando que no le hiciera daño.

Las lágrimas antes petrificadas caían, bañaban todo su cuerpo, desataron y expulsaron todo el dolor que había guardado dentro por tantos años y lo dejó salir ante mi, lo dejó salir viéndome a los ojos mientras yo sólo permanecía inmóvil.
Hasta que por fin pude moverme, cogí su mano e intenté brindarle calor sin tener reacción alguna de su parte.

Luego de días y meses, sosteniendo sus grandes manos, contando sus dedos y acariciando sus muñecas, sin previo aviso, se lanzó sobre mis brazos y lo abracé tan fuerte que en aquel preciso instante se hizo parte mía. Sus ojos, su rostro, su cuerpo, su ser, eran maravillosos, era lo más hermoso que había visto en todos mis días, era belleza en cada significado que podría tener la palabra... Y al fin me pertenecía y yo a él.

Hoy, ya nos hemos regalado flores y dulces caricias con nuestras miradas y hemos unido nuestros labios en besos que descongelaron todo el frío que podría haber en su corazón y el mío. Hicimos un compromiso tan grande, que el firmamento completo nos acompañó y nos deseo buena suerte.

La vida que hasta el momento nunca me había dado la cara, me abofeteó para entregarme su corazón y la dicha de poder mirar aquellos ojos cada día y encontrarme a mi dentro de ellos. Sentir su piel derritiéndose en la yema de mis dedos.

Me enamoré de la complejidad de tu ser, me enamoré de la dulzura de tu corazón, me enamoré de tu pasión, me enamoré de tu entrega, me enamoré de tu dedicación, me enamoré de la suavidad de tu piel, me enamoré de la belleza de todo tú, me enamoré del aroma de tu cabello, me enamoré de la honestidad de tus palabras y de tus silencios, me enamoré de nuestros besos, me enamoré de tu cuerpo junto al mío, me enamoré de tu mano entrelazada con la mía, me enamoré de nuestras risas, me enamoré de nuestra amistad, me enamoré de nuestros momentos y me enamoré de nuestro amor. Hasta la eternidad es poco tiempo estando junto a ti.
Soledadgris05 de junio de 2014

Más de Soledadgris

Chat