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Ventanas

Para ella era tan sencillo irse lejos cuando posaba sus brazos en aquel sitio. Era su lugar preferido, el hogar de su libertad, pues bastaba tan sólo tener la volutad y lograba despegarse de esta densa tierra y salir volando hacia donde quisiera.
Una tarde se sentó a matar el tiempo, como era ya costumbre. Porque claro, hace bastante tiempo ya que no vivía y tan sólo se resignó a estar viva y dejarse consumir por los minutos, días u horas.
Con los codos sobre el colchón y las manos sosteniendo su cabeza, contempló otro atardecer. Estos eran como una especie de gatillante a la apertura de los recuerdos.
Muchas veces deseó saber cómo se borraba la memoria o lo que se grababa en el alma. Deseó mil veces que fuese posible ir a alguna especie de médico para personas mal enamoradas, que tuviesen en su poder una maravillosa máquina que la dejara vacía de nuevo.
Pero claro, sólo quedaba en una mera utopía o necesidad desesperada sin respuesta.
Mientras se vió atacada por su propia memoria, como rayo le atacó la mente aquel día del final. Recordó su rostro, su ropa y hasta su aroma. Recordó aquella lluvia primaveral, tan particular.
Recordó la boca de él moviéndose al hablar, su rostro gesticulando, sus ojos temblorosos, inseguros.
Se preguntó si alguna vez realmente supo qué decían. Porque ella creía saberlo, hasta que sus acciones parecían disernir de ello y todo terminaba en una tonta ilusión.
Recordó también, ver deslizarse un par de lágrimas ajenas, por su chaqueta.
Y recordó, cuando él le preguntó si es que lo que ella temía era enamorarse de otro que no fuese él. Y río.
Porque parecía hasta cómico, pensar que incluso aquel día, en el cual pudo ver morir un poco de ella, que pudo verla dejar la mitad de ella en él, para que jamás volviese a estar solo. Y que pese a ello, aún no fuese capaz de comprender lo real del amor que tuvo ella hacia él. Y que simplemente es imposible amar a alguien, cuando ya obsequiaste y enlazaste tu propia alma con la suya, hace tanto tiempo atrás.
Reir fue bueno, hasta a causa de aquel recuerdo tan desconcertante.
Ella rara vez creyó con certezas comprender qué sentía él. A veces creía lo peor, otras prefería creer nada.
Era el futuro algo incierto para ella, su tortura, sin embargo, más incierto y aún más tortuoso, era el sentir, su sentir.
Soledadgris21 de enero de 2016

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