Pues somos responsables de la ferocidad con la que la desidia ha permitido que el poder carcoma los cimientos de las libertades. La dicha del discurso no aplaca el hambre; que es mucha. Señalan los dedos hacia las blancas túnicas, no porque poseemos la verdad, sino porque poseemos la libertad y la vendemos a cambio de ser gobernados.
Senadores, nada sucede sin que la razón no sirva sino para aprender a renunciar a lo inmerecido. El descrédito ya es patente. Ingobernable un imperio, falso y tullido. Condenado a vivir entre guerra y guerra. Os pido silencio, incluso hasta ese momento en el que se siga mintiendo.
Nunca pudimos ser libres, Senadores. Vendimos hasta las cañas de pescar, en favor de quienes dominan las monedas o acuñan oro con los dientes de nuestros soldados muertos. Decídle a él, a quien miente, a quien oculta, a quien esconde tras la cortina del Circo, que diga una sola verdad.
Entonces, Senadores, se habrán abierto la venas quienes fueron usurpadores de tronos y reyezuelos de plaza. Se muere con la razón de una única verdad, pero se vive señalando con el dedo al Impostor que engañoso, que prometió vida y ha segado de desesperanza hasta el último corazón de quienes fueron libres.
Increíble reflexión, profunda de una calidad inconmensurable.
Eres grande, textos así, hacen de ti un referente.
Pol.