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Los Canguros (continuación)

El hijo pródigo

Ricardo Emmanuel Montalbán, nació en la ciudad de El Rey (México), un 8 de diciembre de 1.956, bajo el seno de una familia guerrillera, ya que su padre, su abuelo y su bisabuelo, fueron combatientes de guerra, exiliados en los Estados Unidos, prestando servicios a una nación que siempre estaba a la vanguardia y en busca de soldados de elite, que pudiesen representarlos dignamente.
Este muchacho creció un poco solitario, su madre murió cuando éste tenía ocho años, y su padre nunca fue lo que podría llamarse una buena persona, aunque no por eso dejó de enseñarle las cosas que sabía y el chico necesitaba aprender.
A la corta edad de 13 años, Ricardo ya sabía manejar armas de fuego de diferentes calibres, que le servía como una práctica para lo que su futuro plasmaba. Nunca fue violento de pequeño, lo cual le permitía forjarse una personalidad tranquila.
Desde los 17 años fue a vivir solo a New York, alquilando una pensión de mala muerte, donde planeaba sus crímenes. Aunque en realidad, él no era un criminal, sino que más bien, hacía justicia por mano propia, como una especia de “Punisher” de Marvel.
Así, se encargó de asesinar a su primera víctima, un magnate americano llamado Rupert Highmore, cuyo mayor logro había sido el mantenimiento de toda la red informática de la zona este del país, llámese estaciones de televisión y de radio, más las re transmisiones de diferentes puntos del mundo, lo cual, en efecto, representaba mucho dinero.
Su fuerte siempre fue utilizar el rifle de francotirador, arma con la cual se sentía más cómodo, además de resultar muy efectiva su forma de manipularla. Su rifle favorito era un “Svd Dragunov” calibre 7.62 mm, de origen ruso, una belleza semiautomática, diseñada específicamente para ser usada en tiro militar de precisión, y es bastante común en los países del antiguo bloque este.
Tras su primer asesinato semi- profesional, fue contratado por un ladrón de guante blanco, un hombre muy experimentado llamado Roger Buttler, personaje conocido por robar cuadros y pinturas de enorme valor monetario. Esto impedía que se mudase a Florida, cambiando su identidad por la de Freddy Kasanueva, un nombre sumamente estúpido para un asesino.
Buttler fue un mentor eficaz, enseñándole miles de trucos y convirtiendo al hombre en un ladrón, asesino, súper despiadado y profesional, algo así como una máquina imposible de destruir. El primer año bajo su tutela, ya lo llevó a entrenar con “Mad Dog”, un maestro chino de artes marciales con una actitud sumamente desagradable, pero con una sabiduría única.
Seis meses viviendo con este hombre, casi volvió loco a Ricky, ya que varias veces había pensado matarlo, debido a sus constantes reproches y mal humor para con él. Sin embargo, salió de allí con una gran sabiduría, habiendo aprendido casi todo lo que debía saber, entre técnicas y frases destructivas.
A mediados de los 80´s, este sujeto pasó a ser portada de periódicos, revistas y demás magazines de actualidad, convirtiéndose en casi una personalidad que no se pretendía atrapar, ya que derrocaría los sueños de sus tantas admiradoras/es. Suena raro, pero es cierto.
Además, las personas que el mismo asesinaba, eran de un origen corrupto y francamente, se merecían la parte que llevaban. Así que no se podía decir que este tipo era una persona del todo mala, aunque sus métodos eran poco convencionales.
Pero como toda alianza, alguna vez debía terminar. Rog comenzaba a ponerse cada vez más exigente y constantemente decía que necesitaba gente nueva para que realizara el trabajo. Jamás descartó a Ricky para nada, pero la relación comenzaba a ponerse cada vez más tensa.
Conclusión: el muchacho tan solo se quedó con un 25% de las ganancias de todo el dinero obtenido en un par de años, distanciándose y mudándose de un lugar al otro todo el tiempo.
A partir de allí, comenzaron los trabajos independientes, tratando de sacar algo de dinero luego de cada asesinato importante. Todo se había tornado un tanto más intenso desde ese momento, pero era una gran oportunidad para mostrar lo que verdaderamente uno valía, sin importar el obstáculo que había que atravesar.

…

Esa misma noche, Brad y Admila salieron al patio a fumar algo de hachís, ya que no podían dormir a causa del denominado últimamente “stress”. Ohh sorpresa, ven malherido al joven Johnny Boy, que necesitaba atención médica urgente.
- Mierda chico!, ¿en que te metiste esta vez? – exclamó Brad, corriendo a socorrer a su amigo, quien a esas alturas ya estaba bastante pálido y se desmayaba al dos por tres.
- Llévame al hospital en el General Lee – decía el muchacho, con una voz agonizante, que además quería tener al menos otra oportunidad de subirse al hermoso Dodge Charger de los “Dukes de Hazzard”.
- Cielos muchacho, más vale no abras al pico en todo el camino. Cuando estés mejor, cuéntame lo que pasó – agregó el blondo hombre, alzando en sus brazos a su compañero, pidiendo ayuda a la bella Admila Letizi para subirlo al auto.

30 minutos después…

Romeo y Carlos habían llegado al hospital también, notificados del pequeño accidente de Johnny Boy, que francamente, había tenido mucha suerte.
El muchacho estaba descansando un poco, por tal motivo, todos estaban esperando sentados y/o parados en el largo pasillo del hospital, sin decir mucho al respecto. Lo que sucedía es que ya se les había escapado casi todo de las manos, era como tener que empezar todo de cero.
- Bueno muchachos, creo que es hora de terminar con todo esto. Sabemos que estamos siendo humillados y eso no puede suceder. Nos haremos cargo del maldito Montalbán… - decía Romeo Bufford, sabiendo el nombre del responsable de todo.
- Ese sujeto es como un fantasma, nunca nadie puede saber dónde encontrarlo; es como una peste pasajera – exclamó Carlos, encendiendo un cigarrillo, a pesar de los carteles de “Prohibido fumar” que había por todas las paredes.
- Tengo un plan. Por el momento llamaremos a Conchita, ella cuidará de Johnny Boy mientras hacemos esto – respondió Romeo, yendo a buscar un teléfono público.
Conchita era una joven española de tan solo 17 años, que estaba profundamente enamorada del pequeño Johnny Boy, pero éste jamás le daba mucho artículo. Ella sabía que el muchacho estaba metido en cosas bastante turbias, pero aún así, sentía la necesidad de estar con él de alguna forma. Por tal motivo, resultaba la persona ideal para cuidarlo en una situación así; es más, era como una especie de regalo que la jovencita tendría luego de tanto tiempo.
- Ella vendrá en menos de quince minutos- dejemos a Johnny que descanse y volvamos a casa, mañana será un día bastante intenso – agregó Romeo Bufford, habiendo logrado contactarse con la muchacha, tras hablar por teléfono.

La misión de la última bala

Quizás esa noche, sirvió como plato de entrada para empezar algo que no tenía rumbo específico, pero sí que sería una cuestión de desquite, y por qué no, una limpieza total.
Todos se encontraban reunidos en el amplio living de la mansión, esperando la notificación del plan, que si venía de las manos del propio Romeo, podía ser bastante encabronado.
- Esta es la idea: iremos a visitar a nuestro amigo Moxon, algo así como una propuesta de negocios. Ahora que le pagamos, el sujeto ya está feliz; así que iremos a verlo como si nada. Ahora… no me pregunten cómo, pero de seguro el cabrón de Montalbán estará allí e intentará matarnos; si intenta una maniobra, lo atraparemos y lo mataremos. La única forma es esa – explicaba Romeo, sirviéndose un vaso de vodka.
- Eso es muy arriesgado… es decir, Moxon está todo el tiempo a la defensiva, y estoy casi seguro que no dudará en volarnos la cabeza – decía por su parte Brad, un poco al tanto de que seguía siendo difícil un nuevo encuentro.
- Me extraña que esas palabras provengan de ti, Brad. ¿Qué no te das cuenta? El sujeto ahora está desesperado, matamos a unos cuantos de sus hombres y ya no es tan peligroso. Lo extorsionaremos con dinero, como cede todo el mundo. El muy hijo de puta no se va a negar otro millón si es que se lo ofrecemos; pero eso será solo una trampa para capturar al verdadero “HDPM” (hijo de puta mayor) que es Montalbán. ¿He sido claro o necesito hacerte un croquis) – agregó Bufford, conociendo el punto débil de sus rivales.
- Creo que tienes razón – fueron las últimas palabras del “lince rubio”, entendiendo lo que debían hacer.
De verdad era un plan bastante arriesgado, ya que Roger Moxon estaba con toda la ira del mundo, capaz de hacer volar en pedazos cualquier cosa o matar a quien se cruce en su camino. Pero las cosas funcionaban así en este negocio, solo el dinero importaba.
Por eso no eran muchos lo que perduraban con el correr de los años; organizaciones enteras habían desaparecido, luego de conseguir varios millones de dólares y llevar una momentánea nueva vida.
- Les recomiendo que lleven una buena selección de armas, porque tal vez las necesitaremos – ordenaba Romeo, al tanto de que en algún momento la situación se tornaría difícil.
Sin perder más tiempo, todos los demás se dispersaron en busca de armas de fuego que llenen su ansiedad.
Carlos tomó dos Uzi “Norinco”, ideales para disparar ráfagas de bala en muy pocos segundos, resultando un arma muy eficaz en combate cercano.
Melinda se cazó dos revólveres Taurus de calibre .38, que parecían dos cañones por la forma que tenían, y porque sus balas eran bastante poderosas.
Por último, Brad decidió llevar una pistola Pietro Beretta dorada, dorada de hermosos 9mm. A los otros les resultaba algo extraño que tan solo llevara eso, ya que por lo general, era el más excéntrico entre todos, y por que no, el más exagerado en todo sentido.
- Vas a llevar solo esa pistola? – preguntaba Carlos, sacando un cigarrillo “Texas Flavor” de su casi vacía cajetilla.
- No necesito más de eso, el resto es solo para estorbar. Mientras lleve este bebé con varios cargadores, que más da! – respondió Brad, cargando su bella arma.
Johnny Boy se encontraba muy bien en el hospital, en recuperación, pero bajo el cuidado de Conchita, quien estaba más que feliz de hacer lo que había tocado. Por ese lado, todos tenían la tranquilidad de que él estuviese a salvo, ya que por ser el más pequeño de todos, era el más protegido y nunca se lo llevaba a misiones muy peligrosas.
Subiendo a una poderosa camioneta negra Hummer, “Los Canguros” iban a enfrentar por primera un reto de tal magnitud, casi con el orgullo por el piso, pero intentando demostrar que seguían siendo los mejores en el negocio.
- ¿Qué nos hace pensar que Montalbán no interceptará nuestro vehículo y lo volará de un bazucaso – preguntaba Admila con unos lentes de sol a lo Crazy Mary.
- No se maneja de esa forma, eso es mucho más arriesgado. El tipo primero se asegura de obtener su dinero y luego mata a la gente – respondía Romeo Bufford, muy pensativo todo el tiempo.
- Wow! Esto pinta como “Kelly´s Heroes”, es malditamente fascinante – decía Carlos, fumando su cigarrillo.
- ¿Qué es “Nelly Heroes? – preguntaba Brad, limpiando con un pañuelo su pistola dorada.
- ¿No conoces “Kelly´s Heroes”? ¿en qué mundo vives, amigo? Es una de las mejores películas de tiroteos de la historia… es un icono del cine para los machos. Clint Eastwood y un grupo de soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial descontentos con sus mandos, organizan una ofensiva privada tras las líneas enemigas, con el fin de apoderarse de 16 millones de dólares en oro escondidos por los nazis en un pequeño pueblo. Hay una tremenda lluvia de balas en esa película, es genial – explicaba Carlos, acostumbrado a ver clásicos bélicos.
- Cierra la boca. En este momento me paso por el culo “Kelly´s Heroes” – reprochaba Brad, mirando su reloj, como una especie de tic nervioso que nunca se lo quitaba.

18 minutos después…

El enorme monstruo había estacionado frente al edificio de la calle Brixton, un tanto tranquilo de afuera, pero con una fiereza incontenible adentro. Un elixir de violencia.
Romeo fue hasta el portero eléctrico, presionando el botón 6B, habitación en la cual residían “Los Diez Desgraciados”, bueno… los que quedaban de ellos.
- Quién es… - dijo una voz del otro lado.
- Soy Romeo Bufford, vengo a proponerle un negocio a Moxon – dijo éste, escuchando que la conversación se había cortado, señal de que ya estaban bajando a atenderlo.
En no más de 20 segundos, cuatro hombres de color bajaron a recibir a los huéspedes o invitados (como quieran llamarlos). Estos hombres portaban grandes armas debajo de sus trajes, lo cual era muy evidente hasta cuando salían a comprar un paquete de cigarrillos. Pero el hampa era así, por tal motivo a un miembro de ésta, jamás le importaría una mierda lo que la gente pensara, con el simple motivo de hacerle sentir un poco de temor.
- Deben esperar el chequeo- decía uno de estos, un sujeto de barba candado y con la cabeza rasurada como un basquetbolista.
- Traemos armas, claro que sí. Pero descuiden, no es para usarlas contra ustedes. Necesito hablar con Moxon, ahora – exclamaba Romeo, mientras encendía un cigarrillo.
El enorme sujeto de color presionó nuevamente el botón 6B, diciendo: - Roger, traen armas. Insisten que quieren hablar… - a lo que el astuto líder de los mismos respondió: - Hazlos subir, aparentemente el buen Romeo aún tiene cartas debajo de la manga –
Los hombres acompañaron al resto por el ascensor, sin una sola palabra durante la subida a la habitación. Este lugar frecuentaba encuentros similares, por tal motivo no resultaba extraño para nadie.
Romeo y sus hombres entraron a la habitación 6B, un lugar frecuentado por prostitutas de mala muerte, matones, drogadictos y gente que solo busca problemas. ¿Está claro? Ok, continuemos con la historia…
- ¿Qué te trae de vuelta por aquí, Romeo? Quieres de regreso tu millón de dólares, estoy seguro de eso… - preguntaba Roger Moxon, tomando su pistola Colt calibre .45, un arma especial para voltear cabrones.
- No vengo aquí por dinero… bueno, en parte sí. Verás, solo quiero que me ayudes a sacarnos de encima a Montalbán, eso es todo – decía Romeo, apagando su cigarrillo en un cenicero de vidrio que estaba apoyado sobre el escritorio.
- ¿Quién rayos es Montalbán? – preguntaba el hombre, mientras continuaba apuntando con su pistola.
- Ricky Montalbán, el maldito mal parido que intentó matarnos ayer, un francotirador experto, caza recompensas de los mejores. El maldito es un profesional con todas las letras, y si te habrás dado cuenta, quiere matarnos… es solo eso lo que te pido – explicaba Romeo Bufford, acercándose al hombre.
- ¿Por qué debería ayudarte? Mataste a unos cuantos de mis compañeros, tardaste años en pagarme el dinero que me debías; ¿qué gano yo con toda esta mierda? – preguntaba Moxon, cada vez más al borde de jalar el gatillo.
- Otro millón de dólares. Mañana por la mañana, aquí encima de tu escritorio, un maletín lleno de billetes verdes – persuadía el hombre, conociendo a la perfección los movimientos ofensivos.
- A ver, recapitulemos. Me estás pidiendo que mate a Montalbán, y cambio me darás un millón de dólares más – eran las palabras de Moxon, bebiendo un vaso de vodka.
- Exacto – respondió el otro.
Mientras tanto, Brad miraba constantemente por la ventana, tratando de avisolar alguna figura, o algo que levante cierta sospecha, al tanto de que definitivamente, Montalbán estaría en alguna de esas ventanas, apuntando con su enorme rifle, con una mira de largo alcance.
Casualmente, a unos 50 metros había otro edificio con cortinas rojas, el cual era especial para pasar desapercibido. Lo cual, daba a entender que fue esa la posición que este asesino experto utilizó la primera vez.
- Señores, perdón por interrumpir su cálido diálogo, pero creo saber dónde está nuestro amigo- decía Brad Snerder, intentando no mirar mucho hacia la ventana.
- Te entiendo Brad. Roger, creo que necesitaremos de la ayuda de tus hombres para resolver este jodido problemita – agregó Bufford, haciéndole entender al hombre que estaban con un inconveniente mayor, que el momento requería solucionarlo.
- De acuerdo… pero esto llega a ser una trampa y te juro por mi vida que voy a encargarme de matar a todos con mis propias manos – exclamó Roger Moxon, dándole la orden a sus hombres para que acompañaran al resto de “Los Canguros”.
Todos se dirigieron sigilosamente hacia el edificio de enfrente, calculando que por la distancia y la posición, la ventana elegida por Montalbán sería la número 5, dando hacia la calle St. Halford. Todas mañas que había que idear para poder localizar una persona de tales características. Por su parte, Romeo y Roger se cambiaron de posición en la habitación, un lugar que no estuviese cerca a la ventana.
El conserje del edificio, un hombre mayor de aproximadamente unos 70 años, los recibe, con una cara un tanto sorprendida al ver a todos estos matones entrar. Era como un episodio en vivo de “The Untouchables” (Los Intocables).
- ¿Puedo ayudarles en algo? – preguntó el hombre.
- Necesitamos ir hasta el quinto piso; allí está un amigo y vinimos a visitarlo – respondió Admila, utilizando sus frecuentes y positivos métodos femeninos de persuasión; aunque a ese viejo ya ni se le paraba el miembro (ese aspecto tenía, al menos).
- Lo siento, pero no puedo dejarlos subir – respondió cortante el conserje, viendo que la visita de estos sujetos no resultaría amistosa.
- O nos dejas subir o te vacío mi amigo, el señor 9mm por toda la puta cara, maldito viejo miserable – arremetió Brad, con pocas agallas a esa altura.
El hombre se dio cuenta que lo más conveniente era dejarlos subir, que fue lo que finalmente terminó haciendo. Nadie podía saber nada de lo que podía llegar a pasar, esa era la idea de toda historia violenta.
- Creo que será mejor que subamos por las escaleras, ese maldito es bastante listo – decía Carlos, viendo que así levantarían menos sospechas.
- Espero que tu silenciador sea más grande que tu boca – expresó Tyson, otro de los protegidos de Moxon.
Un largo pasillo daba hacia la puerta de la habitación, estos trataban de mantener la calma, sin esperar su desesperación.
- De acuerdo, tratemos de no entrar a la habitación de buenas a primeras; esto puede ser muy peligroso – decía Brad, en un tono muy bajo.
- Me cago en tus consejos! Vinimos a matar a este tipo y eso haremos – arremetió Tyson, acompañado por sus otros dos compañeros.
Los tres se pararon frente a la inmensa y vieja puerta, tratando de terminar con el juego de una vez por todas. Tyson era el líder de todos ellos, debido a su larga experiencia.
- A la cuenta de tres derribamos la maldita puerta – decía éste, con su arma cargada lista para empezar la lluvia de balas.
- 1… … 2… … … 3!!! –
Al derribar la puerta una bomba parecía haberse activado, explotando al instante y achicharrando los cuerpos de estos irresponsables sujetos, además de quemar toda la habitación. La explosión pudo hacerse sentir en todo el edificio, pero por suerte no llegó a afectar a ninguna de las otras habitaciones, ya que no fue una bomba de gran tamaño.
- Sabía que el muy hijo de puta no estaría adentro!! – exclamó Brad, tomándose la cabeza.
En eso, los tres que quedaban, escuchan el sonido de arranque de una Harley Davidson, la cual hacía mucho ruido debido al enorme motor 1500 que poseía.
- ¿Es eso lo que creo que es? – preguntó Carlos.
- No escapará tan fácil – respondió Brad, bajando a toda velocidad por las escaleras.
Los dos salieron del edificio a toda velocidad, subiéndose al General Lee, poniéndolo en marcha y saliendo a todo vapor. El objetivo no se podía escapar, pero el sujeto era muy bueno para eludir autos con su motocicleta.
Las calles estaban muy transitadas y era casi imposible engancharlo en algún momento. Montalbán estaba completamente vestido de negro, con un casco del mismo color y un maletín en el asiento trasero, que es precisamente donde guardaba su enorme rifle.
- Debemos salir de aquí, hay semáforos en cada esquina – decía Carlos, un poco impaciente al ver que no podrían agarrarlo.
Montalbán subió con la moto a la acera, desviando la calle, tomando la parte cerrada y metiéndose al puente Lincoln, lugar que ya no era tan transitado, pero sí muy angosto.
- Demonios! El muy hijo de perra pudo hacer eso con la moto, pero nosotros no!!! – exclamó Carlos nuevamente, muy nervioso al respecto.
- Sujétate bien con lo primero que encuentres – expresó Brad, acelerando cada vez más.
Lo que estaba por hacer era sumamente arriesgado, iba a saltar de la autopista unos 30 metros, para caer en el puente. Solo existía una posibilidad en un millón de lograrlo, ya que las otras 2 opciones eran: 1) caer al agua o 2) destruir por completo el auto.
El blondo hombre continuó acelerando, logrando caer de la autopista directo hacia el puente, haciendo chispear los neumáticos delanteros y traseros. Nuevamente la cacería había comenzado.
Carlos sacó la mitad de su cuerpo por la ventanilla, disparando con sus dos Uzis por doquier, pero sin acertarle un tiro al sujeto motorizado. Pero en realidad por la velocidad que manejaban ambos vehículos, era muy difícil pegarle a algo. Además, Montalbán era un maldito profesional, así que podía hacer eso y más.
- Mierda!! Se me acabaron las balas – dijo Carlos, buscando más cartuchos para recargar, aunque él bien sabía que no había llevado cartuchos de repuesto.
Brad aceleraba cada vez más, el reloj del tanque de gasolina ya marcaba en rojo, pero nada importaba en ese momento. Sacando el brazo izquierdo por la ventanilla, el muchacho comienza a disparar con su Beretta 9mm dorada, sin acertar tampoco.
- Tengo una idea – dijo el mismo.
Al terminar el puente había una gasolinera, lo cual había despertado una nueva esperanza. Los dos se bajaron del auto, viendo como la motocicleta no se detenía en ningún momento.
- Qué demonios haces!! El hijo de puta se está escapando!! – exclamaba furioso Carlos, arrojando sus armas al suelo.
Brad apuntó con mucho cuidado hacia la gasolinera, sabiendo que solo le quedaba una bala en el cargador, no más de eso, por tal motivo debía aprovecharla muy bien. Tras poner el ojo en la mira en uno de los recipientes de gasolina, éste dispara un certero tiro, provocando una enorme explosión de todo el lugar y haciendo volar por los aires a Montalbán y su motocicleta, que no pudieron escapar como deseaban.
Tras volar un par de segundos por el aire, el malogrado cuerpo de Ricky Montalbán y su motocicleta, cayeron al agua. Lo habían logrado, por fin se habían librado de la mosca en el plato.
- Vaaaayaaa!!! Eso fue lo más sorprendente que vi en mi vida – decía Carlos, mientras su compañero volvía a subirse al auto.
Ambos volvieron al lugar donde estaban esperándolos Romeo Bufford y Roger Moxon, que eran los principales blancos de todo este macabro juego. El General Lee estaba bastante destrozado, cosa que Brad nunca antes había permitido, pero bueno… la situación impedía algo arriesgado, así que tuvo que hacerlo de una u otra manera.
El trabajo ya estaba hecho, por tal motivo, cuando los dos hombres de Bufford volvieron, ya no existía la posibilidad de pagar otro millón de dólares. Admila había contado lo que sucedió, que trajo la muerte de más miembros de “Los Diez Desgraciados”, que ya no tenían absolutamente nada que hacer en el negocio.
- Bueno mi buen Roger… ¿qué harás ahora? Porque si pretendes continuar en esto necesitarás un equipo nuevo, casi todos tus hombres están muertos – explicaba Romeo Bufford, siempre el que reía último en todas las situaciones.
El hombre lo pensó con calma, lo único que podía hacer en ese momento. De nada servía molerse a palos con nadie, o disparar hasta que sangren los dedos, todo ya resultaba completamente inútil.
- No puedes hacerme esto… no otra vez – decía Moxon, tomándose la cabeza con ambas manos.
- ¿Hacerte qué? Te pagué el millón de dólares que querías… no es mi culpa que hayas perdido a varios de tus hombres. Bueno, me hago responsable de unos cuantos, pero tú también mataste a unos cuantos de los míos. Estamos a mano ¿no? – explicaba Bufford, siempre con la última palabra.
Un silencio cubrió toda la habitación, momento en el cual había quedado todo muy en claro. Romeo y sus hombres (y Admila) se retiraron del lugar, habiendo cumplido con su objetivo una vez más.
“Los Diez Desgraciados” existieron hasta 1.991, pero ya casi no entraba dinero, las transacciones no eran exitosas y Roger Moxon tenía serios problemas con la mafia rusa, que lo habían amenazado de muerte repetidas veces, provocando su escape en New Jersey.
El león había logrado sobrevivir en la selva una vez más, humillando a todas sus presas y logrando apoderarse del reino. La selva otra vez, tenía un solo dueño.



THE END
Soulvalentino07 de julio de 2008

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