Dices que no eres a prueba de balas,
De las que te disparan
O de las que te disparas tú misma.
Que te desangras contigo, de ti.
Que me desangro contigo por ti.
corre tu casta, tu estirpe.
Que llegue la sangre al río
manchando la tierra baldía.
Que llegue tu sangre a mi río manchándome a mí.
Corriente que traga, en su seno diluye.
La dibujas frente al Sena pensándome a mí
Eres como Jack pintando a todas sus chicas francesas.
Y yo como la muchacha del vaso de agua en El Almuerzo De Los Remeros de Renoir,
donde nunca puedes acabar de encajar mi mirada,
y queda en un borrón.
Que a la vez es un reto.
Esa muchacha que está en el centro y sin embargo está como ausente.
Porque ella es diferente a los demás.
Ella nunca jugó.
Ella prefiere imaginarse una relación con alguien ausente, que tener una con los que están a su lado.
Quizá se desviva por arreglar la vida de los demás.
¿Pero de todos los desarreglos de su vida quien se ocupará?
Que al menos el agua le quite la sed
Decían que tenía ojos de gata,
La ingrata.
Que simulaba fuego donde hielo había.
Que de pena sus labios torcía
Y de espaldas,
a la alegría, se volvía.
Decía que ya no quería.
Que de la mano de nadie más comía.
Pobre gata la ingrata.
Que no sabía de lo que padecía.
Del más puro amor, que a arañazos,
Yo misma, destrozaría.
Sí que me atreví a escribirte.
Al menos tú para mí no moriste siendo una hoja en blanco.
Fuiste un papel lleno de tachones.
Al igual que yo de tu lienzo, en mis ojos un borrón.
Desdicha vestida de princesa,
Con el vestido pintado a salpicones.
De alguien que disparaba a bocajarro con los ojos vendados.
