Tanito
Pero por el camino, cuando recorría la sesenta y seis, decidió parar en un purgatorio de rosas muertas para desahogar sus últimos fluidos amorosos en las entrañas de Annabel, moradora de un prostíbulo que ardió con el primer rayo de sol.
Sus cenizas fueron sopladas en el viento hasta el hotel californiano regido por la heroina de coloridas gafas de cristales circulares cuya garganta era violada por el ronco eco de un blues que se escapaba por la ventana de Lucille.
Y llegó... el fin.
Me maravillan tus "mal´ç´`+´-mos". Me maravillan tus arrebatos de loca cordura, y se me alela el cerebro de tal forma que ni intenta poner orden en el desparrame de mis dedos.
¡Chumendos, Sultana!
14/07/11 10:07