Cuando entró aquella Venus magnífica, mi lóbrego despacho se redujo a su mínima expresión.
Precavido, me agarré a la estantería de la pared del fondo para no ser succionado por sus
inconcebible...
En cada rayito de sol
vuelan los pasitos
esos que marcaron las siluetas
en caminitos al castillo de arena
-¡corre, corre, que llegan las olas!-
y verte saltar
-las diosas inventaron el azul para...
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