Como el invidente desarrolla otros sentidos
se incrementa el temor por el dolor
del que no teme a la muerte,
al dolor del alma que almacena vidrios,
que ningún analgésico calma,
que no conoce el fin de los lunares vivos.
Las estelas sonrosadas que los vientos
dejaron en un rostro que empapaba
de flujos atentos y pétalos de retirada
provocaban perlas por acierto de los fallos desalmados
y los orgullos violentos.
Dejadez para luchar contra la sinrazón
emanada por la misma chimenea
de la que salÃan los llantos,
palabras llenas de rencores surgidos de la nada
y bilis en el brillo de los ojos rojos
de llantos de los dos sexos hambrientos
de proteÃnas arrancadas por las bravas.
La flor de un futuro en plenitud
muere marchita en el hoy
por el peso de un pasado sin luz.