TusTextos

En la Fiesta de Papa

Estoy como loca. Como se dice, no he tenido tiempo ni de peinarme. Mi padre cumple 60 años, y aquí estamos, en mi casa celebrándolo. Como siempre, mi hermano Jorge, ha pasado de todo y se presenta, en el último momento, haciendo ver que le importa algo el cumpleaños de papa. ¡Será capullo! Ha traído con él a su última conquista. Silvia, que así se llama la chica, con sus piernas largas, sus curvas perfectas y sus labios carnosos será, sin la menor duda, el centro de atención de la fiesta.

Cuando salimos a la piscina, mi hijo Alberto, saluda efusivamente a Silvia -por lo visto estudian juntos- y mi madre, mi pobre madre, no sabe qué cara poner. ¡Es que manda huevos! La acabará matando. Que vale, que sí, que se ha separado y lo está pasando muy mal. Pero ya hace dos años y sigue asaltando cunas. Que digo yo, que si no es nada serio, ¿ para que las tenemos que conocer a todas?

Mi hija Alicia, que sigue metida en la piscina aunque sea el cumpleaños de su abuelo y estemos a punto de comer, llama a su hermano pidiéndole que se agache para decirle una cosa y ... ¡chapuzón que va! Y Alberto, que no piensa las cosas dos veces, coge de la mano a Silvia que también cae al agua.

Cuando salen del agua, hay que ver la cara de todos: mi padre no sabe dónde mirar, los pezones de Silvia le apuntan directamente a él; mi madre, empieza a regañar a Alicia -por aquello de hacer algo-; mi marido, que sabe como soy, no hace gesto alguno que indique que lo que ve le gusta -pero sabré yo...-; y mi hermano parece un gallo mostrando a su gallina.

Diez minutos después: mi marido, le está metiendo un rapapolvo a Alicia -que ya son veinte años y no estamos para esas gilipolleces-; mi padre, aún está en estado de shock -que yo he visto utilizar a mi madre bragas de cuello alto toda mi vida-; y mi madre, no deja de decirme que ese vestido blanco no dejaba nada oculto a la imaginación, y que lo que aquella muchacha llevaba puesto no se le podía llamar ni tanga.
Al cabo de un rato, harta de escuchar a mi madre y ver la sonrisa de satisfacción de Jorge, voy a buscar a Alberto y a Silvia. Abro la puerta de la habitación y me lo encuentro con los pantalones bajados, ¡hijo córtate un poco que están los abuelos en casa!

De vuelta al jardín mi padre va y me pregunta si ya vienen. ¿Qué hago? ¿Le digo a mi hermano que su sobrino está disfrutando con su novia? Supongo que debería, al fin y al cabo es mi hermano... Pongo la mejor de las sonrisas y digo bien alto para que todos me oigan: -Ya vienen... estos estudiantes de medicina son tan entregados, que aprovechan la mínima ocasión para dar un buen repaso.

Silvia, sale a la piscina tan solo cinco minutos después, viste un pantalón pirata de color negro y un top rojo que Alberto ha cogido del armario de Alicia; va descalza y sus uñas de color rojo acaban de dar un toque de lo más sensual al conjunto. Alberto, tras de ella, esboza una sonrisa que no le he visto nunca. Creo que está encoñado. Dios mío que acabaremos en la sección de sucesos de algún programa de marujas. Miro a mi marido y veo cómo se le encasquilla la nuez cuando intenta tragar saliva y, como sabe que le he pillado, viene hacía mí y me dice: -Cariño, no te enfades, pero me da miedo lo que siento por dos cosas: por ti y por qué viste la ropa de nuestra hija. No quiero pensar lo que otros pueden sentir cuando va vestida así… - Lo miro, lo miro… y al fin decido ser sincera. –No te preocupes, ¡si hasta yo estoy por pedirle un trío! – Se queda blanco de golpe y tartamudeando suelta: -¡Qué asco! Con tu hermano… ¡vergüenza te tendría que dar!- y se va de mi lado. ¡Joder! Si es que estoy rodeada. Sin falta esta noche llamo a mi amiga Puri y le digo que tenía razón aquella vez, hace treinta años, cuando me dijo: -Cuidado Vane, que a este le falta un hervor…

Jorge se acerca a Silvia y le dice –Niña, pongas lo que te pongas estás de toma pan y moja.- y para acabar de arreglarlo. mirando hacía mis padres continua -¡Habéis visto el pedazo de hembra que tengo! Y además, ¡lista! – ¿Si? ¿Seguro? Si yo fuera ella le daba un puñetazo en toda la boca por garrulo y machista. Y si, supongo que en otra vida fui pitonisa, por qué en ese momento veo como Alberto le pega un derechazo a su tío dejándolo fuera de juego para un buen rato.

Miro a mi alrededor esperando la reacción en cadena de los presentes: Alicia, se sienta en la mesa, se sirve ensaladilla rusa y empieza a comer cómo si lo que pasa a su alrededor no fuera con ella; mama, envuelve hielo en una servilleta y se la acerca a Alberto diciéndole que alguien tenía que hacerlo, y de vuelta a su silla se para justo a mi lado, y me cuchichea: -Esta niña vestida de monja tiene que ser el mismísimo pecado...; Marcos, abre una botella de vino blanco que tenía reservada para el segundo plato y, tras servirse una copa, la levanta exclamando: ¡Por nuestro hijo!; y papa, que se ha sentado en una de las tumbonas de la piscina, cabizbajo y con los codos apoyados en las rodillas, sentencia: -Es que nunca ha superado que Concha lo dejara por una muchacha diez años más joven que él...

Escuchando a todos, no puedo evitar pensar que si un extraterrestre tuviera la misión de estudiar la raza humana y nosotros fuéramos la familia tipo, se iba a llevar una imagen bastante equivocada.
En ese momento veo la luz al final del túnel. Me acerco a mi pobre hermano, y si, digo pobre por qué aunque capullo y machista aún nadie le ha hecho caso; le doy unas bofetadas esperando que reaccione, pero al ver que no es así, le tiró una botella de agua fría encima y poco a poco vuelve a la vida. Cuando es consciente de lo ocurrido, le ayudo a sentarse y, con la mayor convicción de la que soy posible sentencio:- Jorge, ahora lo veo todo claro. Tienes que salir con hombres.
Silvia, que hasta el momento ha permanecido en un segundo plano pendiente de Roberto, se acerca a mi hermano y apenada le dice que solo aceptó quedar con él por qué le recordaba a alguien, y ahora que sabe que es el tío de Roberto, tiene claro que con quién quiere estar es su sobrino. Mi madre, emocionada y dando palmadas mira a papa: -Pero si ya de pequeñito se ponía mis tacones, el vestido rojo de cuando íbamos a bailar salsa y se pintaba los ojos verde esperanza.... Papa, eufórico nos comenta tener la solución: -El hijo de Juanito, mi compañero de mus, acaba de romper con su novio después de 5 años. Hablaré con él y podemos preparar una cita a ciegas. ¡Seguro que os va muy bien!

Estamos todos felices, bueno, quizás Jorge no, está mirando al horizonte y aún no ha movido un solo músculo de su esqueleto y permanece así un buen rato. Cinco minutos después, Marcos, le acerca una copa de vino y le dice: -¡Macho, la familia no se escoge!

Fin
Tessa30 de noviembre de 2015

Más de Tessa

Chat