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Sororidad

Fraternidad es una palabra común, conocida. La mayoría de las personas saben lo que significa o si no, por lo menos lo pueden inferir. Sororidad es otra historia. Aunque Miguel de Unamuno planteo la necesidad de usar el termino en 1921, no fue sino hasta 2018 cuando la RAE finalmente lo agregó al DEL.

De acuerdo con ese diccionario, sor es una hermana religiosa. Sóror, una hermana carnal. Sororidad, la relación de solidaridad, amistad o afecto entre las mujeres. Esta, es una parte de la historia de la vida de quien es mi Sóror desde 1990. Nuestros corazones decidieron adoptarse cuando éramos apenas unas niñas. Cuando todo era felicidad… o al menos eso era lo que nosotras creíamos. Mi Sóror, aunque suene a cliché, es una persona hermosa por fuera y por dentro. Es solidaria, paciente, amorosa y siempre está sonriendo. Todo el mundo la quiere, a todo el mundo le agrada. Después de tantos años, yo no recuerdo haberla visto enojada jamás y siempre me he preguntado cómo lo logra. El gran problema es que a veces, ella parece ser la única que no se da cuenta de lo valiosa que es.

Ella comenzó a desarrollarse antes que las demás y eso hizo que muchos de los pseudo niños con los que convivíamos en esa época comenzaran a portarse diferente con ella. El primero al que yo recuerdo, aunque compartía grado escolar con nosotros, era 2 ó 3 años mayor. Siendo pequeña, esos son muchos años. Pero en algún momento, ella aceptó ser su novia. Cuando quiso terminar la relación, él se emborrachó. Se emborrachó adentro del salón de clases. Se sentó en el piso cerca de donde ella estaba y se dedicó a jalarle la falda y a tocarle la pierna mientras le pedía que lo perdonara una y otra vez. No sé dónde estaba el profesor. Si sé que ningún adulto hizo nada y ella terminó por perdonarlo… hasta que él se volvió a emborrachar.

El siguiente chico que recuerdo era 5 o 6 años mayor que nosotras. Eso era peligroso porque significaba que él ya era mayor de edad. No tengo palabras concretas para describir mis recuerdos de esa época. Pero sé que él nunca me agradó, siempre me dio desconfianza. Ella ya no sonreía y cambió hasta su forma de vestir. Siempre se veía temerosa, preocupada porque todo lo que hacía lo podía hacer enojar. Llegó a pasar horas enteras peleando con él, tratando de calmarlo. Mientras, se perdió de muchas cosas lindas y divertidas que todas las demás sí pudimos disfrutar. Yo nunca me atreví a decirle nada, pero me enojé y comencé a alejarme. Al final, ella decía que era feliz y seguíamos siendo muy jóvenes. Nunca se me ocurrió que yo podría hacer algo más.

Unos años después, ella y yo estábamos en un restaurante, desayunando, recuperando algo de tiempo, cuando se nos acercaron 3 o 4 tipos que, por decir lo menos apestaban a alcohol y eran muy impertinentes. Ella los recibió con una sonrisa y me dijo que no me preocupara, que eran sus amigos, vecinos e incluso alguno era su primo. Ellos se sentaron, sin haber sido invitados, y, aprovechando que el novio celoso y posesivo no estaba por ahí, se pusieron a interrogarla sobre su vida sexual. No sé qué les contestó, pero no se enojo e inclusive trató de “animarme” a contarles también cuando yo ni siquiera los conocía. Yo respondí que era momento de irnos (habíamos ido en mi coche) y me levanté. Ella, decidió quedarse con ellos; dijo que le sería más fácil volver a casa porque vivían en el mismo conjunto de edificios, eran sus vecinos. Yo me levanté y me fui. Pasaron muchos años antes de que la vida nos volviera a unir… y entonces, me enteré de que uno de esos chicos, su primo, es el papá de su hijo. Con él, ella vivió violencia física, económica y psicológica. Él ahora tiene una orden de restricción y, si no quiere ir a prisión, no se puede acercar a ellos. Cuando ella pasó por todo eso, yo no estuve ahí. Quizá yo sola de cualquier manera no hubiera podido hacer una gran diferencia, pero por lo menos la hubiera podido abrazar, darle la mano. Compartirle algo de la fuerza de mi corazón que ha tenido la suerte de nunca tener que enfrentar pruebas de ese calibre. Hoy, le he pedido permiso para escribir estas líneas con el único objetivo de expresar mi profunda admiración y respeto hacia ella. De esta manera, juntas, esperamos poder ayudar a alguna otra mujer a correr, a abrir los ojos antes de que sea demasiado tarde. Esta es la historia…

Ella estuvo con él 8 años. Estaba segura de que todo sería perfecto, al final del día se conocían desde siempre, ¿Qué podría salir mal? Inclusive, se consideraba una mujer con suerte porque “un hombre como él, se había fijado en alguien como ella.” La violencia psicológica comenzó a surtir efecto desde el primer día. Él hacía cosas como provocar que ella se quedara a dormir en su casa, aunque ella en realidad no quería. Se aprovechaba de la hora, de que la zona era peligrosa, de que ella no conocía bien el camino y no podía regresar sola a casa. Además, sabía que ella no se atrevería a decirle que no. Él estaba siendo violento, ella no se daba cuenta. Tampoco se percató del momento en el que el miedo que sentía comenzó a crecer de manera exponencial; ya no podía decirle que no a nada. —No. No te puedes quedar con mis tarjetas. Mucho menos si sé que usas el dinero para comprar drogas y alcohol.— Se había convencido de que lo que él quería hacer era cuidarla, administrar el patrimonio familiar. No podía quejarse, nunca le había pegado. Nunca le había pasado lo que a otras mujeres. Su mente la convence de que él no está siendo violento; su corazón sabe la verdad. Es su corazón el que la hace interrumpir su primer embarazo; este no es un ambiente seguro para un bebé. Antes de darse cuenta de que para ella tampoco lo es, está embarazada de nuevo. Su familia quiere protegerla le dicen que vuelva a casa que cuidaran de ellos, pero. ¿Qué va a decir la gente de alguien que se apellida igual que su mamá? ¿Qué va a decir la gente de una mamá que no permite que su hijo conviva con su papá? El bebé llega y las cosas no solo no cambian, sino que empeoran, comienzan los golpes. De nuevo, ella decide no quejarse, ¡al crío nunca lo ha tocado! Pasan los años, el niño tiene ya 2 años. Ella termina por darse cuenta de que algo no está bien cuando es su hijo quien se pone en la línea de fuego y la defiende: ¡Ya no le pegues a mi mamá! Y claro, la mala al final de la historia sigue siendo ella de cualquier manera.
—¿Ves lo que provocas? ¡Me haces hacer esas cosas enfrente del niño! Esa otra mujer no significa nada para mí…— ¿Qué fue lo único que hizo mal? No ser ella la que defendiera al bebé.

En el trabajo, alguien que era más un conocido que un amigo, le tiende la mano. Le ayuda a abrir los ojos. Le da las herramientas para escapar de ahí. Se da cuenta de que nada de lo que está pasando ahí es su culpa y, sobre todo, se da el permiso de dejar de fingir. —No. No estoy bien, necesito ayuda. Sola no voy a poder. Ya no quiero estar ahí.— Encuentra la fuerza para dejar de creer en sus amenazas y sus mentiras y sale corriendo de ahí. Ya no tiene miedo. Saca de su casa lo único que en verdad importa, a su bebé. Todo lo demás se queda ahí, en la oscuridad, entre los golpes, las drogas y el alcohol. Él, como era de esperarse, la va a buscar. Pero no, no para pedir perdón. Para seguir gritando, amenazando, golpeando. —Hija, vas a tener que ir a la policía a denunciarlo.—

Al llegar al ministerio público, ella se encuentra con otro montón de hombres que, sin conocerla, están decididos a culparla de todo. A culparla por el simple hecho de que esta sola, de que es mujer. El miedo se vuelve a apoderar de ella, pero ya no hay vuelta atrás. Necesita tener el acta para poder levantar la orden de restricción. El costo, dejar su ego en el piso de esa oficina. El valor, su seguridad y la de su niño. Ya con la orden de restricción en las manos, su control del miedo se sigue poniendo a prueba. Acompañada de unos “muy amables” judiciales, y las correspondientes sirenas de las patrullas, es necesario ir a cambiar la chapa de la casa. Él no debe volver a entrar, aunque ella ya no esté ahí. Al llegar, se encuentra con que faltan muchas cosas que nunca pensó que podrían llegar a desaparecer. Entre ellas, la cama del bebé… y las puertas de las habitaciones. Los policías le explican que es muy común. Al no encontrar más cosas de valor, se pueden vender o intercambiar por drogas y alcohol. Al salir el qué dirán los vecinos se convierte en su mayor temor. Pero ellos se acercan y le ofrecen su ayuda, le dicen que no se preocupe. Al parecer, ella era la única que no sabía que él no era una buena persona. Los procesos legales son interminables, pero logra lo más importante, la custodia total de su hijo, su protección.

Pasan los años, las cosas parecen estar mejorando. Pero al momento de conocer nuevas personas se le vuelve a olvidar lo valiosa que es: un hombre muy seco que anda con alguien más, algún otro que nada más quería divertirse un rato, uno más que dice que es su pareja, pero le habla una o dos veces al mes, y hace no tanto; un tipo casi 20 años mayor que ella… con quien se ha ido a vivir y que maltrata a los animales. Cuando él patea a un gato, al que dice querer mucho, el miedo revive. Ella se da cuenta de que es momento de volver a correr. Los siguientes pueden ser ella y su hijo que claro, ya creció, pero sigue dependiendo de su mamá. Eso la lleva a tomar una decisión extrema. No más: no más sueños, no más familia grande, no más pensar en boda, no más confianza, no más creer en los hombres. Ahora está feliz y tranquila con los otros aspectos de su vida. Se siente segura y puede proteger a su familia.

Pero no, el amor no tiene que ser difícil. Por eso, yo querida Sóror, hoy te quiero pedir un favor. Habla con la niña que yo conocí hace muchos años y que aún vive en ti. Recuérdale lo maravillosa que es, pídele que se respete y que no tenga miedo; que siga soñando. Porque no, no todos los hombres son unos infames. Tampoco son príncipes ni son azules. Pero, así como nosotras, pueden ser solidarios, amables, amorosos, empáticos. Es cuestión de tener paciencia y los ojos bien abiertos. Si tiene que llegar, llegará. Mientras, lo importante es que estamos vivas y que no nos van a volver a separar. ¡No permitas que se vuelvan a caer las alas de tu corazón!
Thaliamg08 de marzo de 2022

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