El Día que Me Enamoré
Entró en mi vida de golpe, como si de una urgencia se tratase. Echó abajo todas las barreras que había construido desde mi maldita debilidad.
Las resquebrajó tan solo con un vistazo, sin ningún tipo de miramiento, deshaciéndolas entre sus manos dejándome completamente expuesta y vulnerable a él, al sentir, al amor, a la vida misma...
Y ahí estaba yo, observándole como si no hubiese visto nunca a nadie igual en mi puta vida. Rozando con la yema de los dedos todas las líneas de los incontables tatuajes que recorrían su cuerpo. Intentando grabar en algún recoveco de mi maldita memoria aquel efímero momento que se desvanecía delante de mí. Pretendiendo grabar las erosiones y la textura de su piel, la colorimetría de sus enormes ojos verdosos, el sonido de su risa histriónica, pretendiendo grabarlo a él.
Me deleitaba con el placer que era verle sonreír, verle iluminando cada rincón de aquella habitación de hotel.
No había cosa mas suave que sus dedos colándose en los mechones de mi nuca, deslizándolos de forma lenta y sosegada mientras que aquella emoción intensa en forma de escalofrío recorría todo mi cuerpo de una forma pacifica pero muy excitante.
El latir de su corazón fué mi canción favorita esa noche, acurrucada en su pecho, sintiéndome por primera vez en mucho tiempo yo misma.
A pesar de estar muerta de miedo, no quería estar en ningún otro sitio del mundo. Me sentía en paz, tan plena, tan llena, tan viva de nuevo...
Me sentía en casa.
