En aquellos días
yo solía encerrarme en el ropero.
Nadie imaginaba
que yo estaba en esa cápsula segura
y giraba el universo
con mi ausencia.
Era tan chico que cabía
tras las puertas más pequeñas
y me esfumaba
de la bruta realidad.
Pero pasado el terror
reaparecía,
no fuera a ser
que alguno de los monstruos verdaderos
descubriera mi forma de escapar.