Tres vidas después de la vivida
el mundo no es el mismo.
Cambiaron las casas y las cosas
y la gente está distinta.
¿Con qué andamios se sostiene un sentimiento
cuando la presencia amiga no alimenta,
cuando no se sabe si el amigo
perdió el pelo o la conciencia,
si se hizo monje, presidente,
actor de reparto o maquinista?
Algo que nos queda es sonreír
por aquel amigo loco tan querido,
echarle unas paladas de tierra
a los recuerdos,
rendirle tributo de por vida
al perdonarle la novia
que tuvo aquellos días,
o eyectarse como de un avión a pique
cuando alguien golpea la ventana
y avisa que aquel ausente del demonio
que escapó de aquí hace tres siglos,
entre la niebla gris de la distancia
y las faldas de la ausencia,
sin saber por qué,
y sin dar explicación,
nos necesita.
Gracias, Democles, te mando un abrazo