Estábamos
muriéndonos a toda prisa,
y habitando
los páramos del alma.
Le pintábamos de rojo
los labios a la parca
y a la feroz soledad
una sonrisa.
Y nos hallamos
arena entre las migajas,
Y toleramos
que escaparan nuestras quimeras
y salimos a recordar
primaveras postergadas.
(Mas la plántula
que habíamos regado,
coronada de nidos
y talada,
con la cruel indiferencia
del olvido
agotó nuestras miradas)
Y la urgencia
dio lugar al realismo
y descubrimos nuestras canas,
y trocamos las promesas fantaseadas
en auténticas y firmes carcajadas.
La siguiente media hora
conversaste de tu nieto.
En lugar de un largo beso
nos dimos una mirada.
Y seguimos
muriendo de incertidumbre
y habitándonos
los páramos del alma.
Gracias, Antonio, cuestiones familiares muy tristes me tuvieron alejado de los foros y las letras.
Pero la resignación y el tiempo hacen lo suyo. Y acá estoy.
Gracias por tu apoyo. Un abrazo