Ella y él
Él la quería, por supuesto que sí, pero la quería rota, resquebrajada, no le importaba verla así, es más, se lo imploraba.
Quizá, no podía amarla de otra manera, o eso es lo que ella se pregúntaba cada vez que se calentaba entre las llamas del mismísimo infierno que habían convertido ambos, un su pequeño hogar.
Muchas veces nos decimos: " Hemos cruzado la línea, ya no hay marcha atrás" exacto, siempre seguimos el camino.
Él la miraba, pero siempre desde lejos, como si fuera un objeto muy preciado, que falta por pulir para brillar, pero a fin de cuentas una cosa, un algo, no un alguien, con sentimientos y emociones. Quizá a ella le sobraran, todo aquello retumbaba.
Ella lo quería, lo quería también odiar, y cuando llegó el momento de hacerlo, se olvidó de los porqués y empezó con los cuándo, ¿cuándo había cambiado?
No, él nunca había sido de otra forma, ella se engañaba al pensarlo...
De hecho lo hacía siempre.
Ambos se querían , se querían diferente, se odiaban igual. Tenían motivos para marcharse, pero bastaba un pequeño chispazo para retomar el vuelo, para evitar pensar que todo había sido en vano.
Adios
Adios, ya no dolía tanto, porque cada despedida era una vuelta, un grito de auxilio, un abrazo que acababa en la cama, una palmadita en la espalda de " inténtalo tu puedes".
Él no entendía lo que ella quería.
Ella no entendía porque él no sabía quererla.
Él no entendía porque ella lloraba.
Ella lloraba porque él no la entendía.
Juntos, separados, no entendían porque seguían ahí, tras el cruce de la línea, con una sonrisa de: " no podría irme a pesar de todo, jamás".
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