De la mano con la muerte
no he pegado el estirón;
me lo dijeron las runas
que tu destino soy yo.
Perverso es el corazón
cuando no leva las anclas,
fondeadas en desamor,
en angustias y nostalgias.
Si la grappa hace milagros
que convenza presto al alba
de encontrarnos transpirados,
jadeando en la misma cama.
(Los apóstoles de Onán
transfunden su sangre enferma.
Agonía residual,
distancia, llanto y esperma).
Un absurdo ditirambo
y el azul de tus cabellos
es lo que estoy esperando,
es el fin de mis tormentos.
(Los apóstoles de Onán
degüellan sueños y lunas
con navajas de cristal
empapadas de lujuria).
De la mano con la suerte
al fin pego el estirón,
no lo dijeron las runas,
mi destino lo hago yo.