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Parte 3. El Final.

La luz de las nubes me cegaba pero era agradable, podía ver como cada rayo de luz traspasaba las inmensas masas blancas del cielo. Todo era tan agradable desde aquí arriba que podía jurar que la tierra no era para nosotros y nunca lo había sido, pensé en los años que habíamos llevado allí abajo y lo que tanto nos había costado ser parte de ese mundo. ¡Tenia tantas preguntas para aquellos seres del cielo! ¿Por qué tuvieron que dejarnos? ¿Dejarlo? Mire al ángel de luz centellante que volaba a mi lado y sonreí. ¿Cómo podían haber dejado aquella hermosa criatura en un mundo al que no pertenecía? Éramos una clase de delfines encerrados en un acuario… incluso peor que eso. No era nuestro lugar. El noto que lo observaba y me miro, sus ojos estaba aterrados y llenos de éxtasis. Me tomo de la mano y sonrió. ¡Volveremos a casa! Sonreí y deje que la luz de las nubes me cegara de nuevo. La esperaba nos agotada, las alas se movían desenfrenadamente, como si ya no hubiera vuelta atrás. ¿Habría cielo? ¿Nuestro lugar? ¿Estarían esperándonos? El pánico me envolvió el cuerpo y cuando reconsidere la idea de volverme, deje escapar un pequeño grito ahogado y me solté de su mano. El calor repentino me agito las alas y estas parecían estar más contentas de lo normal. Las nubes nos envolvieron los tobillos y cuando creí que perdería el control del vuelo, sentí el frio de estas. Los ojos llenos de pánico de mi compañero me pedían a gritos ayuda y lo tome de las manos, pero fue tan inútil como pensar que nos caeríamos al vacío. Ambos nos miramos, uno más nervioso que el otro y tomamos el valor para enfrentarnos a lo que sea que dios nos creó. Un cielo, ángeles.
-Estamos aquí.
Su voz fue más dulce de lo normal, y mis oídos se sintieron adormecidos por un segundo. ¿Qué diablos? Sonreí como una tonta y cuando pensé en hacer un comentario estúpido, una sensación fría me envolvió la espalda.
-Están aquí.
Una voz desde atrás de nosotros nos despabilo por completo, volviéndonos al presente y recordándonos que habíamos vuelto a nuestro hogar. Sentí la necesidad de girarme sin motivos, sentía que el frio se volvía más intenso y el corazón me latía con fuerza. La boca se me desencajo en cuanto mis ojos se posaron en el paisaje de color rosa y beige que provenía del fondo. La hermosura del lugar remarcaba cada parte del pasto que se marcaba en las nubes, las montañas de color naranjas subían y bajaban a una altura deseable por recorrer y los rayos de luz hacían parecer un hermoso atardecer. Una lagrima me recorrió la mejilla al contemplar aquel sueño… tenía que ser un sueño, todo esto. Sonreí, olvidándome de aquel ser que había hablado y lo busque con la vista. ¡Qué diablos! El miedo me invadió y cegó por completo, retrocedí lo más que pude de aquel ser que había estado atormentándome hace años… suspire. El pecho me golpe con fuerza y no respire. Tosí, sentía la necesidad de alejarme e volver a mi diminuta casa. Grite, perdiendo el equilibrio, pero unos brazos me envolvieron por detrás y me escondí en su pecho. Intente calmarme y secar mis lágrimas. ¡Qué diablos es esto!
-¿Quién eres?
Me aferre a los brazos de mi hermano y me gire para verle una vez más. Su rostro palideció de golpe, apagando la tez trigueña. Sus ojos marrones… pestañeen. Aquellos ojos daban la impresión de una selva repleta de árboles viejos y sus alas negras, estaban iluminadas por una especie de luz dorada. ¡Maldita belleza! El nudo que se me había formado en el estómago, estaba ahogando de nuevo. Bajo la vista y se acercó unos metros, pero cuando vio que ese acto me asusto el doble, se quedó en donde estaba. Era tan… tan… sacudí la cabeza lentamente y espere a que hablara.
-Quizás… Déjame mostrarte.
Me odiaba a mí misma, su voz me enloquecía y pedía a gritos que me cantara hasta dormir. ¡No! ¡Es un completo desconocido! Se aclaró la garganta y estiro sus alas, que envolvían su cuerpo como un cuervo cuidando a sus crías. Estaban tan y como las recordaba… en aquellos sueños aparecía una y otra vez, cuidándome desde las sombras, como si yo el nunca supiera que yo estaba consciente de su presencia en todos lados. Las agito a un lado y descansaron detrás de su espalda, dejando al descubierto su cuerpo tatuado, desde el medio del pecho hasta la frente. Eso lo hacia el doble de hermoso, todo tipos de artes estaban dibujadas perfectamente como si cada uno de ellos tuviera un valor existencial. Sonreí sin motivos y me pregunte para mis adentros si mis dibujos tendrían algún significado importante.
-¿No me recuerdas?
Su tristeza me rasgaba el alma y negué lentamente. Quería entenderlo todo, quería recordarlo… pero lo único que encontraba dentro de mi cabeza, eran los años en la tierra y los padres adoptivos que la vida me había dado , junto con mi pequeño rubio que resultó ser un hermoso ángel. Se tomó unos segundos y de un segundo a otro, toco uno de sus tatuajes que parecía ser una cruz llena de diamantes de colores y todo fue tan rápido. Se hizo una luz centellante alrededor de este y el sonrió, como si algo mas estuviera sucediendo. Sus dientes perfectos me hicieron ruborizar de golpe y deje todo aquellas emociones a un lado, intentando entender qué diablos estaba pasando. Sus ojos se encontraron con los míos y luego pasaron detrás de mí, buscando una respuesta en ellos.
-Inténtalo.
¿Intentar? ¿Qué carajos? ¡Era solo un maldito tat…!
Los brazos que tenía alrededor de la cintura se desprendieron de mí y la sorpresa me cegó por unos segundos. ¿Qué diablos debía intentar? Solo quería a mis padres… si es que estaban allí. Quería entender porque el cielo nos había llamado de esa forma y saber quién era esa criatura que insistía en nosotros. Soltó un suspiro, esquivando mis quejas dentro de su cabeza y luego de unos segundos toco unos de sus tatuajes. La luz que su brújula antigua, me ilumino la vista dejándome en un estado de aturdimiento. Insistí en entrar en su cabeza, pero me bloqueo a la vez que interrumpí sea lo que estuviera viendo y sonrió, con lágrimas en los ojos. La melancolía que este descargaba se mezclaba con ternura y felicidad. Quise hablar, pero me observo como un niño desbordado de emociones. Me toco la mejilla y se volvió al ser que teníamos frente de nosotros. La confusión me cegó. ¿Nadie va a decirme que diablos es esto? ¿TU… NADIE?
-¿Ella está aquí?
Esa pregunta desbordo mi paciencia y me puse frente de este. ¿Ella? ¿Quién es ella? Me ignoro por completo y cuando un “si” desde atrás se escuchó, sonrió como nunca antes había sonreído y dio un paso atrás. Siguió ignorándome, como si realmente no estuviera allí y se hubiera olvidado de mi existencia. ¿Qué haces? Estiro sus alas y antes de partir y perderse entre aquel hermoso paisaje, me observo. ¡¡QUE HACES!! Quise tomarlo del brazo, pero era demasiado tarde. Voló lo más lejos posible de nosotros y me dejo con aquel ser que me hacía débil de la punta de los pies hasta la cabeza. Pensé en seguirle, pero el ángel negro se acercó a mí y se lo permití.
-Inténtalo tú.
El vacío se me impregno en medio del pecho y fue insoportable. Grite su nombre en cada parte de mi cabeza, pero nadie respondió. Grite de frustración y me volví al rostro que tenía a metros de mí, esperando impaciente. ¿Intentar qué? ¿Qué quieres que intente? ¿Qué diablos hago aquí en medio de las nubes, con un ser lleno de plumas negras y un estúpido hermano que me deja en medio de la n…? renegué para mis adentros y toque el primer tatuaje que encontré. El rosario con una cruz llena de diamantes fue lo primero que vi y cerré los ojos como acto reflejo… ¿Qué diablos debía esperar? La nitidez de la negrura comenzó a ponerse blanca, a la vez que iba siendo arrastrada a algún que otro recuerdo. Podía sentir la luz del tatuaje en mi brazo y era agradable. Sonreí.
Allí estaba yo. Subiendo y bajando en una hamaca de madera, en una pequeña plaza repleta de juegos. Mi felicidad parecía tan artificial y real a la vez, y mi cuerpo diminuto… Quizás unos 15 años, ya estaba tatuado. El viento me volaba el pelo negro y mis ojos no paraban de observar a dos criaturas sentadas bajo un manzano a unos diez metros de donde me encontraba… allí estaba ella, acariciando sin parar las alas del pequeño rubio que sonreía como un tonto lleno de placer. Sonreí. Era tan pequeño y frágil, que a pesar de sus tatuajes, se veía hermoso igual. De pronto recordé. Sabía que aquella mujer de ojos verdes, como las hojas de la misma planta donde estaba apoyada, era mi madre y solo había sido ella contra el cielo. Ella contra nosotros y ella contra el deseo de tenernos allí y no poder. Aún faltaba mucho tiempo para nuestra madurez, aún faltaba para que el cielo estuviera en paz y los ángeles regresaran solos como los pichones a su nido. Solo volvíamos por instinto, pero debíamos volver a la tierra por nuestro bien. No podíamos quedarnos, nuestro padre era un humano y… ¿Acaso éramos nefilims o ángeles? Aun no recordaba esa parte de la historia. Deje que el sueño me arrastrara a la realidad, pero no pudo salir de aquel encantamiento hasta que vi un par de alas negras descender por un tobogán gigante. Mi sonrisa de ensancho y la felicidad me azoto de los pies. Mi cuerpo pidió a gritos estar en sus brazos, demasiado trabajados para su edad, y mis ojos se chocaron con los suyos al instante. Volé de la hamaca para enterrarme en su pecho y salir de allí de inmediato. Trague saliva y intente salir de aquel encantamiento una vez más, pero… el collar de piedras marrones, junto con una cruz repleta de diamantes brillaba en medio de tantos tatuajes. Su pecho me recordaba que aquel colgante era suya. Que aquel rosario me pertenecía y estaba tatuado en mi brazo.
Abrí los ojos dejando caer los brazos a un lado y borrando la sonrisa de golpe. Siempre había sido, siempre estaba allí y no eran los sueños. Era el… él y yo y nuestro cielo. ¿Teníamos que irnos? El pecho se me doblo de tristeza y deje de pensar de una vez por todas. ¡Lo tenía allí, había vuelto y era solo que quería en estos momentos! Sonreí ocultando todo lo demás, corrí y vi como su sonrisa de dibujaba nuevamente y salte en sus brazos. La calidez me completo de cabeza a pies. Hundí mi rostro en su pecho y el alma se despegó de mi cuerpo para unirse a la suya. ¡Éramos lo suficiente grandes para quedarnos… debíamos quedarnos!
-Volviste… para siempre.
-Eso espero.
“Te amo”. Su voz sonó delicadamente dentro de mí y no necesite más. “Volemos este cielo juntos” fue lo único que pude decir.
Universo05 de marzo de 2015

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